JULIO 4
SALMOS 30: 1
Te glorificaré, oh Dios, porque me has exaltado, Y no permitiste que mis enemigos se alegraran de mí.
De pronto, nos ocurren cosas inesperadas. Estaba muy desmotivada y con expectativas poco agradables en mi lugar de trabajo, debido a los cambios que se estaban dando, hasta el punto que había tomado la decisión de retirarme. Comencé a anunciar en la casa que lo haría, y además, en mi lugar secreto le pregunté al Señor acerca de lo que debía hacer. Las señales eran a mi juicio inequívocas. El ambiente se puso pesado en el trabajo y cada hecho que ocurría me mostraba que Dios me estaba llevando a tomar la decisión. Finalmente, dos días antes del consejo directivo, estamento en el que toman cuentas a los funcionarios de la empresa, me acerqué al presidente a agradecer su apoyo durante mi estancia en la institución y a que me diera las instrucciones para mi retiro.
La respuesta y lo que de ahí en adelante ocurrió se sale de toda normalidad. Dios se mostró conmigo con toda su magnificiencia y respaldo. En contra de lo que esperaba, no aceptaron mi renuncia, me dieron el respaldo completo y la tranquilidad para que desarrollara las acciones que requiriera sin ningún contratiempo, me felicitaron y me ofrecieron que me quedara por algún tiempo más en el cargo que tengo y que luego pasara a asesorar. La verdad, me sentía transportada por el amor y el respaldo de Dios porque con toda certeza lo digo, nada extraordinario he hecho y por el contrario tenía frente a mi, un futuro muy diferente al que el Señor me llevó.
Ese es nuestro Dios. Él sabe todo de nosotros y nos da conforme a sus riquezas. Como dice David en el Salmo 30. "Te glorificaré, oh Señor, porque me has exaltado, y no permitiste que mis enemigos se alegraran de mí". Sus respuestas a nuestra oración son contundentes y claras. La casualidad no cabe en ellas. Por ello, esta reflexión está encaminada a que tomemos la decisión de depender completamente de Él, a vivir cada día el afán que nos trae y dejar que su plan perfecto se haga realidad en nuestras vidas. Todos podemos contar lo que Dios ha hecho en muchas circunstancias.
Amado Padre celestial eres maravilloso. Gracias, muchas gracias por tu protección y amor. Gracias porque nos permites sentir las obras de tus manos. Por favor, Señor, no nos dejes desviar a izquierda ni a derecha, recuérdanos que antes de cualquier decisión o plan debemos esperar tu orientación. Te adoramos Señor y oramos en el nombre de tu hijo Jesús, amén.