FEBRERO 7
EFESIOS 6:13-18
13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,
15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.
16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;
Pablo escribió esta carta a los Efesios, exhortándolos a resistir, a luchar, no contra personas o instituciones, sino una lucha espiritual, una guerra contra el maligno.
Así como cuando se trata de peleas en el sentido ordinario, cada uno conoce al enemigo y emplea las herramientas que necesita para librar la batalla, así mismo en el plano espiritual necesitamos unas herramientas para librar la buena batalla de la fe, contra los enemigos de Dios, tal como lo relata en el versículo 12: "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes".
En primer lugar debemos reconocer que solo con Dios tendremos victoria sobre las huestes de maldad. En segundo lugar, el Señor nos ha dado tales herramientas: la armadura de Dios, la verdad, la coraza de justicia, el apresto del evangelio de la paz, el escudo de la fe, el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.
Cuando reflexionamos en este pasaje, entendemos la magnitud de la guerra espiritual que nos acecha y acosa permanentemente, de una manera solapada entrando en nuestra mente sin que nos percatemos de ello, haciéndonos pensar que son nuestros juicios y nuestras apreciaciones. Por ello, debemos permanecer alerta, orando permanentemente al Señor para que nos permita identificar las acechanzas del diablo y nos ayude a vestirnos con las herramientas para la batalla, nos proteja y nos lleve por el camino de la victoria que no es otro que permanecer en Él.
Por ello, amado Señor queremos presentarnos hoy ante Ti y reconocer que eres nuestro Señor y Salvador personal, que solo Tú has podido librar por nosotros la batalla de la fe, solo Tú has sido capaz de pagar el precio de nuestros pecados y solo Tú has vencido la muerte. Te pedimos por favor que nunca nos abandones a nuestros pensamientos sino que estés presente y nos enseñes e implantes en nuestros corazones tu palabra y el deseo de permancer eternamente en ti. Te adoramos Señor, amén.