MARZO 4
MATEO 11:20-24
20 Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido, diciendo:
21 !!Ay de ti, Corazín! !!Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza.
22 Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras.
23 Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy.
24 Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti.
Este pasaje bíblico es una exhortación muy profunda y delicada que nos llama a la reflexión acerca de nosotros y de los innumerables milagros que ha hecho el Señor en nuestras vidas. Ninguna persona puede negar que el solo hecho de vivir es un milagro. Que el origen de la vida a partir de dos células, algo aparentemente tan simple, encierra procesos de una complejidad infinita, que cada célula, cada átomo, cada partícula de nuestro cuerpo está planeada genéticamente y diseñada de tal manera que a partir de dos gametos somos finalmente lo que somos. ¿Por qué tenemos pelo? ¿Por qué pensamos? ¿Por qué reimos, hablamos, lloramos, dormimos, etc?. Más allá de la explicación científica del hecho en sí, la reflexión está en el origen. ¿Quién nos hizo? Solo tu Señor.
Y pasando a otra área de nuestras vidas, cuando pensamos en nuestra salud, en las adicciones, la economía, la familia, el trabajo, las posesiones, aparecen innumerables imágenes de los milagros que ha hecho Dios en nosotros, que muchas veces pasan desapercibidos o son adjudicados a la casualidad.
En fin. La reflexión está orientada a calificar cuántos han sido los milagros que ha hecho el Señor en nuestras vidas y cuál ha sido nuestra respuesta. ¿Será que todos los días nos arrepentimos de nuestras faltas a su amor? ¿Será que nuestro corazón recuerda permanentemente sus milagros en nuestras vidas? ¿Será que nos encanta estar allí pegaditos del Señor, acurrucados en un rinconcito sintiendo su presencia y su amor?
Con seguridad, nadie que conozca al Señor, que lo haya recibido en su corazón y haya sido beneficiario de sus milagros, quiere ser objeto de su juicio implacable causado por la ingratitud. Por ello cada día, desde el momento en que abramos los ojos y tengamos nuevamente conciencia de nosotros, reanudemos nuestra relación con Él, matengamos esa intimidad, recibamos revelación a través de su palabra y por medio de la oración, derramemos nuestro corazón, quejémonos de nuestras dolencias, de nuestros problemas, contémosle nuestros anhelos, nuestros planes y pidámosle consejo acerca de nuestras acciones, y Él hará en nosotros más y más milagros y principalmente nos hará sentir su amor y cuidado y tendrá para nosotros toda la paciencia y misericordia posibles.
¡Oh Señor, qué maravilloso eres! Gracias por los innumerables milagros que haces permanentemente en nuestras vidas; gracias porque nos enseñas que debemos ser coherentes con tu amor y cuidado, manteniendo una relación estrecha contigo. Te pedimos que no nos dejes ni por un minuto porque si así fuera, nuestra desolación sería terrible y se acabaría nuestra razón para vivir. Te adoramos Señor en el nombre de Jesús, amén.