SEPTIEMBRE 6
MATEO 6:25-34
25 Por tanto os digo: No os afaneis por vuestra vida, qué habeis de comer o qué habeis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habeis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valeis vosotros mucho más que ellas?
27 ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?
28 Y por el vestido, ¿por qué os afanais? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan;
29 pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos.
30 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
El Señor Jesús en este pasaje nos exhorta nuevamente a depositar nuestra confianza en Dios, a poner en segundo lugar nuestras necesidades porque si las ponemos en una balanza frente a nuestra fe y relación con Él, realmente no son lo más importante.
Esta verdad tan evidente que nos muestra el Señor, y en la que por ser permanente ni siquiera consideramos, es grandiosa. Nunca pensamos cuando vemos un ave, cómo hará para sobrevivir. Tampoco cuando miramos las flores, tan hermosas, pensamos la razón de su belleza, de su variedad. No caémos en cuenta de que en el caso de que intervengamos en su mantenimiento, muchas veces en vez de mejorarlas las echamos a perder. Tanto a las aves y animales como a las plantas, Dios las creo con la capacidad de sobrevivir y hacer todo su proceso biológico sin nosotros.
Como lo dice el Señor valemos más que todos ellos y como tal, nos dice nuestro amado Padre celestial, que si nos dedicamos a Él y le damos el primer lugar en nuestras vidas, nos dará todo lo que requiramos, por añadidura. Si, esa es la condición: que busquemos primero su reino y su justicia. Si lo hacemos así, no tenemos de qué afanarnos. Simplemente debemos vivir el día a día con nuestos nuestros ojos en Cristo, el autor y consumador de la fe. (Hebreos 12:2).
Amado Padre celestial te damos muchas gracias por tu infinito amor y cuidado con nosotros. Tus palabras son una promesa de tranquilidad que nos permite dedicarnos a lo verdaderamente importante: Tú. Por favor te suplicamos nos enseñes a buscarte primero a ti. Te lo pedimos en el nombre de tu amado hijo Jesús, amén.