GÉNESIS 50:15-21
15 Viendo los hermanos de José que su padre era muerto, dijeron: Quizá nos aborrecerá José, y nos dará el pago de todo el mal que le hicimos.
16 Y enviaron a decir a José: Tu padre mandó antes de su muerte, diciendo:
17 Así diréis a José: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. Y José lloró mientras hablaban.
18 Vinieron también sus hermanos y se postraron delante de él, y dijeron: Henos aquí por siervos tuyos.
19 Y les respondió José: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios?
20 Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo.
21 Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al corazón
José estaba viviendo un período muy duro para su espiritualidad dado que después de mucho tiempo, cuando ni siquiera imaginaba que volvería a ver a su familia, después de que fuera vendido por sus hermanos a los egipcios, por esas circunstancias raras de la vida, debido a unos hechos que nadie pensaría que tuvieran alguna relación, sus hermanos, aquellos que le hicieran el peor mal de su vida, aparecieron a tratar de comprarle grano porque su pueblo estaba pasando hambre.
Muy seguramente, el primer pensamiento de José cuando los vio fue el de negarles el grano, pero su corazón, conforme al corazón de Dios, le redarguyó y lo llevó finalmente a perdonarlos. José era el segundo en Egipto, por encima de él solo estaba Faraón y como sus hermanos no eran tan buenos como Él, cuando falleció su padre, se sentían recelosos y más que eso, temerosos de que José ahorá que su padre había muerto, tomara represalias contra ellos y como no tenían el valor de enfrentarlo para pedirle perdón por lo mal que habían actuado, le mandaron razones. Cuando a través de terceros le pidieron perdón y posteriormente se postraron ante él, dice la palabra, "José lloró mientras hablaban".
Lo interesante para nuestra edificación no es que sus hermanos se hayan postrado ante él. No. Lo importante es lo que José les respondió: "No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios?"
Nos enseña José que si somos hijos de Dios y si lo obedecemos, lo primero que debemos hacer es perdonar y aceptar que Dios actúa de maneras que no comprendemos, encaminando para bien lo que hoy aparentemente nos perjudica o lo que nos resiente por el daño que nos hacen. Puede que en el momento presente no lo entendamos, pero nuestro corazón debe estar presto al perdón y nuestras actitudes orientadas siempre a responder con bondad a los que nos hacen mal, incluso a ayudarlos, tal como lo hizo José con sus hermanos, sin importar que nos tachen de tontos. El Señor es quien debe importarnos, Él conoce nuestros corazones y valora nuestro perdón.
Amado Señor, ¡qué hermoso pasaje el de José que fue capaz de sobreponerse a sus sentimientos y perdonar a sus hermanos! Con razón dices que era conforme a tu corazón. Te suplicamos Señor que nos enseñes a perdonar sin excepciones, a devolver el mal con bien y a esperar en ti, porque si te obedecemos no debemos temer de nada porque tu palabra dice: "Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos". Por favor Señor ayúdanos a tener como José, un corazón conforme a ti. Te lo pedimos en el nombre de tu hijo Jesús, amén.