JUNIO 12

Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos;

Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos;

LA PALABRA DE DIOS

MATEO 8: 14 - 17

14 Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de este postrada en cama, con fiebre.

15 Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía.

16 Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos;

17 para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.

MARCOS 7: 31 - 35

31 Volviendo a salir de la región de Tiro, vino por Sidón al mar de Galilea, pasando por la región de Decápolis.

32 Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima.

33 Y tomándole aparte de la gente, metió los dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua;

34 y levantando los ojos al cielo, gimió, y le dijo: Efata, es decir: Sé abierto.

35 Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien. 

LUCAS 13: 11 - 13

11 Y estaba allí una mujer que por causa de un demonio llevaba dieciocho años enferma. Andaba encorvada y de ningún modo podía enderezarse.

12 Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: —Mujer, quedas libre de tu enfermedad.

13 Al mismo tiempo, puso las manos sobre ella, y al instante la mujer se enderezó y empezó a alabar a Dios.

REFLEXIÓN

Todos sufrimos enfermedades a través de nuestra vida. Indudablemente el Señor ha permitido que la ciencia avance y por ello hay muchos médicos y personal de la salud que aportan a nuestro bienestar. Sin embargo, la ciencia no reemplaza al Señor y por lo tanto nuestra confianza debe estar depositada en él.

Pruebas tenemos desde la época en que vino el Señor Jesús a esta tierra. Su ministerio dedicado a contar de Dios, su padre, incluía la realización permanente de milagros para que todos entendieran que era el hijo de Dios y tenía el poder de sanar, tal como lo hizo el Padre en el antiguo testamento. Hizo milagros de toda índole, con su intervención directa e incluso, como en el caso de la mujer con flujo de sangre, con solo tocar el borde de su manto. Podemos enumerar muchos: a sordos, la curación del ciego de nacimiento. la del paralítico y el ciego en Betesda, la curación del  Bartimeo, la del criado del centurión, a la suegra de Pedro, la del tartamudo de Decápolis, la de la mujer encorvada, en fin, podemos seguir enumerando, pero se trata de que hagamos conciencia de que Jesús es nuestro sanador, que murió por nuestros pecados y nuestras enfermedades y que en sus llagas fuimos sanados.

¿Habrá una razón por la cuál primero vamos al médico y en el caso de que a pesar de los procedimientos y medicamentos no sanamos, ahí sí acudimos al Señor o decimos "que se haga su voluntad" como si la el Él fuera que sigamos enfermos? Creo que no. Nosotros como sus hijos tenemos línea directa para poner nuestra salud en sus manos y para que nos indique el camino a seguir, que puede ser acudir dónde el médico o recibir su sanidad. 

Jesús es intemporal, inmutable y ha cumplido sus promesas siempre. Por lo tanto, podemos pensar que si no nos sana, es posible que tenga un plan que no conocemos para nuestras vidas, que seguramente será mucho mejor que la enfermedad. Busquemos primero su amor y protección, démosle el chance de sanarnos. Nos sorprenderemos de ver cómo es de maravilloso su trato. Entenderemos que el dicho "Que se haga la voluntad de Dios" no es un decreto de muerte sino que es para declarar que creeemos en Él y las maravillas que hace permanentemente en nuestras vidas.

Amado Padre celestial, qué reconfortante es recordar que eres un padre amoroso, todopoderoso que tiene un plan perfecto para nuestras vidas, que incluye la sanidad. Gracias por mandar a tu hijo quien murió por nuestras enfermedades. Declaramos que siempre acudiremos primero a ti, el dueño de la vida, para que nos indiques lo que debemos hacer con nuestras dolencias. Queremos tener la fe de los que sanaste, para recibir tu sanidad con seguridad y contar de tu amor y protección. Te adoramos y oramos en el nombre de Jesús, amén.