FEBRERO 28
LUCAS 15:20-24
20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
22 Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies.
23 Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta;
24 porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
Se trata este pasaje de una historia conocida por todos, La historia del hijo pródigo. El menor de dos hijos pidió a su padre lo que le correspondía, se fue, lo malgastó y cuando estaba pasando hambre, durmiendo con los cerdos, recordó a su padre, se arrepintió de lo que había hecho y más que eso, comparó su vida con la de los obreros de su padre y tomó la decisión de regresar y pedirle perdón
Regresó pues a su casa y cuando estaba todavía lejos, su padre lo alcanzó a ver y corrió emocionado a saludarlo, a abrazarlo y darle la bienvenida a su hogar. Podemos suponer que sufrió mucho y estuvo muy triste porque nada podía hacer para que su hijo regresara y a lo mejor todos los días se asomaba a la puerta y oteaba el horizonte con la esperanza de verlo regresar por el camino.
La pregunta que debemos hacernos es: ¿En alguna ocasión hemos recibido de nuestro padre Dios bendiciones hasta que sobreabunden, las hemos tomado y nos hemos ido a vivir lejos de Él, olvidándolo, pensando solo en nosotros sin importarnos nada?
O quizás ¿Hemos llegado a un punto de nuestras vidas en que nos hemos sentado a reflexionar en lo mal que la estamos pasando lejos de nuestro Padre, sin que nadie se conduela de nosostros y sin tener a quién acudir?
Como el hijo pródigo, recordemos que tenemos un Padre a quien podemos acudir, confesarle nuestros pecados y arrepentimiento y rogarle nos reciba e incluya nuevamente en su redil, con la certeza de que nos perdonará y más que eso, nos acogerá olvidando lo malo que hemos hecho y habrá fiesta en el cielo porque una oveja descarriada ha vuelto al hogar.
Amado Padre celestial, queremos darte muchas gracias porque nos amas a pesar de nosotros mismos, porque eres fiel ante nuestra infidelidad. Gracias porque cuando caemos en cuenta de la falta que nos haces, cuando entendemos que sin Ti nada somos, que no tenemos esperanza y volvemos donde Ti, allí estás con los brazos abiertos dispuesto a recibirnos y a decirnos, no pasa nada, descansa y bienvenidos al redil. Te adoramos Señor, amén.