AGOSTO 27 

No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.

No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.

LA PALABRA DE DIOS

LUCAS 12:32-34

32 No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.

33 Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye.

34 Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

REFLEXIÓN

El Señor a través de Lucas nos invita a la reflexión. Es indiscutible que en muchas ocasiones nos preguntamos ¿cómo haría un personaje famoso para llegar a ese lugar? Cuando lo miramos de cerca, vemos que es una persona como nosotros. Y extrapolando esa pregunta a nuestra vida cristiana, podemos tener la certeza de que a Dios le ha placido que tú y yo, hayamos sido escogidos por Él para hacernos parte de su reino. Tú y yo no tenemos ninguna característica especial, no poseemos poderes especiales, no somos los mejores, ni los más santos. Somos seres humanos cargados de defectos que por su misericordia hemos sido tocados por Él, porque le plació que hiciéramos parte de su reino. No fue casualidad que nos hablaran de Jesús.

No fue casualidad que tuviéramos esa necesidad de buscar lo espiritual; no fue casualidad que dudáramos, que cayéramos y nos levantáramos. No; al Señor nuestro Dios le plació darnos el reino. Hacernos parte de él, a pesar de nosotros mismos.

Por eso, lo terrenal no debe importarnos. Somos esa manada pequeña a quien lo material no debe interesar. Debemos estar dispuestos a dar a nuestro prójimo como lo decía el Señor en Lucas 6:29; "y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues". Desprendámonos de los apegos materiales y busquemos primeramente el reino de Dios y lo demás nos será añadido. Que nuestro corazón sea de Dios y no de lo material.

El Señor conoce nuestro interior y sabe lo que pensamos y sentimos. Por ello debemos pedirle con humildad, con temor y temblor que ablande nuestros corazones y cuide de nosotros porque Él ocupa el primer lugar en nuestras vidas y sólo queremos agradarlo y agradecerle por hacernos parte de su reino.

Amado Señor, qué difícil es para nosotros desapegarnos de lo material. Cuando pensamos en ello, algo en el fondo de nuestras almas se resiste y busca una salida fácil. Sabemos que no quieres vernos en la pobreza ni en la miseria; creemos que quieres que ejercitemos la fraternidad, la solidaridad con el que sufre y que no debemos temer, porque a ti te ha placido darnos el reino. Te damos gracias Señor por las constantes manifestaciones de tu amor y te pedimos ser de esas personas a quienes miras con especial agrado y te place darles a conocer tu amor y misericordia. Amén.