MATEO 7:1-5
1 No juzguéis, para que no seáis juzgados.
2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.
3 ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?
4 ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?
5 !!Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
Sabemos que no somos poseedores de la verdad revelada. Sabemos que somos imperfectos y que justo solo hay uno. Sin embargo, no podemos resistirnos a usar ese dedo señalador que llevamos dentro para opinar acerca de lo que las otras personas hacen o dicen. Con nuestras palabras las respaldamos o condenamos según nuestro criterio y hasta me atrevo a decir, dependiendo de si nos identificamos o hemos vivido circunstancias semejantes o equivalentes en nuestras vidas y de la manera en que las hemos resuelto.
El Señor nos llama a hacer una reflexión trascendental para nuestras vidas. Ninguno de nosotros quiere ser juzgado y tener como resultado la condenación, así que oigamos al Señor Jesús que nos enseña que no debemos juzgar a nadie. La palabra dice que con el juicio que juzguemos seremos medidos y ese es un argumento muy poderoso para trabajar en ese aspecto de nuestra vida.
El Señor Jesús nos invita a que antes de opinar acerca de las personas y sus actitudes, miremos hacia adentro y nos contengamos de señalar a los demás; nos invita a ser mejores personas y a que nos olvidemos de la paja del ojo de nuestro prójimo. Sabemos que esa es una tarea difícil, pero debemos hacer consciencia de nuestra conducta señaladora. Cuando eso suceda nos daremos cuenta de la frecuencia tan grande con que juzgamos y con toda seguridad podremos trabajar en ello. Pidámosle a nuestro Señor que nos ayude y al Espíritu santo que nos redarguya en cada ocasión en que vamos a juzgar.
Amado Padre celestial queremos darte muchas gracias por todas las enseñanzas que encontramos en tu palabra, gracias porque al enviar a tu hijo, nos diste la oportunidad de conocer de primera mano de tu amor y tus mandamientos. Definitivamente, el amor al prójimo incluye la compasión, la tolerancia y el respeto por sus actuaciones. Entendemos que no somos quienes, para opinar y mucho menos para juzgar a nuestros semejantes. Por favor Señor, ayúdanos a obedecerte y júzganos con tu amor. Sabemos que solo por tu gracia somos salvos. Te adoramos en el nombre de Jesús, amén.