SALMOS 19:7-11
7 La ley de Dios es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Dios es fiel, que hace sabio al sencillo.
8 Los mandamientos de Dios son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Dios es puro, que alumbra los ojos.
9 El temor de Dios es limpio, que permanece para siempre; los juicios de Dios son verdad, todos justos.
10 Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; Y dulces más que miel, y que la que destila del panal.
11 Tu siervo es además amonestado con ellos; En guardarlos hay grande galardón.
Cuán grande es nuestro Dios, qué maravillosas son sus cualidades; qué perfecto y santo es. David en este salmo nos muestra lo que hace la grandeza de Dios en nuestras vidas si nos cobijamos con su palabra.
Sólo Dios convierte nuestras almas con su ley. Si guardamos sus mandamientos, sus preceptos, sus dichos, sentiremos la transformación que hace en nosotros, porque al leer su palabra nos revela cómo es de útil para una vida tranquila y feliz.
Además, a quien viva de acuerdo con su palabra, lo hace diferente frente a quienes no conocen a Dios. Su fidelidad convierte en sabio al sencillo, porque la sabiduría no es la ciencia sino el ejercicio de decidir con cordura y amor, y el conocimiento y la fidelidad a su palabra producen ese resultado.
Porque su juicio es justo y más apetecido que el oro, (verso 10), porque su amor por nosotros es más dulce que la miel y porque si no nos apartamos de su palabra, Él nos premia en esta vida y con la vida eterna.
Amado Padre, cuántas promesas nos das en tan corto texto. Ese eres Tú Señor, amoroso y bondadoso con tus hijos. Entendemos que solo nos pides que seamos fieles a ti y a tu palabra y por eso te suplicamos Señor, que nos ayudes a permenecer en ti y a ser testimonio vivo de lo que haces en la vida de tus hijos. Te adoramos Señor, amén.