HEBREOS 11:24-28
24 Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón,
25 escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado,
26 teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón.
27 Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible.
28 Por la fe celebró la pascua y la aspersión de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos no los tocase a ellos.
2 TIMOTEO 4:7
He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.
Al leer Éxodo, uno de los cinco primeros libros de la Biblia y de la Torá, nos encontramos con un personaje que logró sacar al pueblo de Israel de Egipto, donde fue esclavo por muchos años y sufrió toda clase de vituperios. Si, se trata de Moisés, destinado por el Señor para hacer grandes cosas.
Pero, para que la historia del pueblo de Israel fuera la que leemos, Moisés debió recorrer un largo camino hasta encontrarse cara a cara con Dios y caer en sus lazos de amor. Moisés no conocía otra familia que la de Faraón donde había vivido hasta su adultez. Sin embargo, cuando tuvo conciencia de su pueblo decidió separarse de la riqueza y el poder, creerle y obedecer a Dios.
Podemos suponer el susto que sentía Moisés de enfrentarse a Faraón sabiendo lo que podía acontecer cuando le exigiera que dejara ir al pueblo de Israel a adorar a Dios. Sin embargo, como nos dice Hebreos 11, por la fe le creyó y obedeció al Señor, celebró la pascua, logró que su pueblo fuera liberado y se sostuvo a pesar de todas las cosas que acontecían no solo con Faraón sino con los suyos.
Como Moisés debemos esforzarnos en ser coherentes con lo que creemos, ser testimonios vivos de lo que ha hecho el Señor en nuestros corazones, soportar con nuestros ojos puestos en nuestro Padre, obedecer y declarar su amor, para que con Timoteo podamos decir "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe".
Amado Padre celestial. Qué difícil es pararnos de frente al mundo y ser testigos fieles de nuestro amor por Ti. Nos dejamos presionar por el entorno y tememos a quien no debemos, a pesar de que sabemos que si somos tus hijos, nada ni nadie podrá tocarnos, como nada ni nadie pudo hacer daño al pueblo de Israel cuando salió de Egipto. Padre, reconocemos nuestra debilidad y te pedimos humildemente que nos des esa medida de fe que requerimos para no desfallecer y estar siempre contigo, para que al final podamos decir: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe". Te lo pedimos en el nombre de Jesús, amén.