SALMOS 119:33-40
33 Enséñame, oh Dios, el camino de tus estatutos, y lo guardaré hasta el fin.
34 Dame entendimiento, y guardaré tu ley, y la cumpliré de todo corazón.
35 Guíame por la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo mi voluntad.
36 Inclina mi corazón a tus testimonios, y no a la avaricia.
37 Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; avívame en tu camino.
38 Confirma tu palabra a tu siervo, que te teme.
39 Quita de mí el oprobio que he temido, porque buenos son tus juicios.
40 He aquí yo he anhelado tus mandamientos; vivifícame en tu justicia.
El salmo 119, el más largo de la biblia, con 176 versículos es toda una oración al Señor. En esta ocasión vamos a reflexionar en los que van del 33 al 40. Estos versículos tienen en común la súplica al Señor y el compromiso que hace el salmista como resultado de la respuesta.
Como el salmista digámosle al Señor que si nos enseña el camino prometemos no apartarnos de Él; que si nos da entendimiento, nos mantendremos en su ley todos los días de nuestra vida.
Pero también nos dice el salmista que supliquemos al Señor por su guía, porque solo así nos mantendremos en su senda; que clamemos porque ponga en nuestros corazones la inclinación a Él y no a la avaricia para que entendamos que nuestra relación con Él debe estar en el primer lugar de nuestras vidas, además porque tenemos la certeza de que si lo buscamos primero, lo demás nos será añadido.
Además, roguemos al Señor para que nos proteja y separe, para que seamos santos, y vivamos permanentemente pendientes de Él, para que nos confirme su palabra y por útimo que quite el oprobio que nos puede agobiar y mantenga nuestro nombre limpio, porque sólo Él sabe nuestros secretos y si ya nos los ha perdonado, están en el fondo del mar y de nada debemos temer.
Amado Padre, qué hermoso orar con tu palabra. A ti clamamos agradecidos porque tenemos un Dios que nos ama, que primero nos da, antes de ver en nosotros la respuesta y además nos inclina a cumplir sus mandamientos. Por favor Señor mantennos en tu senda y protéjenos para que vivamos en comunión permanente contigo. Gracias, porque no tenemos que sentir ningún temor, porque ya has quitado el oprobio de nuestras vidas. Te adoramos y oramos en el nombre de Jesús, amén.