JULIO 11
ROMANOS 5: 8-11
8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
9 Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
11 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.
Leía en un libro llamado "Su búsqueda" un capítulo dedicado a Romanos 5, escrito por un autor joven, quien me ha impactado por la bondad de su corazón y por la fluidez y unción con que predica. Se llama Sergio Zapata y lo conozco desde que tenía 2 o 3 años. Lo vi crecer en el hogar de una iglesia cristiana, con unos padres coherentes a quienes Dios premió con este muchacho. Después de prepararse académicamente en los Estados Unidos regresó a su iglesia y hoy se desempeña como Pastor. En este capítulo titulado "Su corazón", acerca del señor Jesús y su amor, nos motiva a reflexionar y a cuestionarnos en lo referente a nuestra relación con Él.
Pero lo importante no es él, como lo repite Sergio frecuentemente en sus prédicas, acá se trata de Dios, de su amor por nosotros. De la decisión que tomó de venir a salvarnos, sin importarle de qué calidad fuéramos. Si. Jesús murió por nosotros, derramó su sangre, sufrió lo indecible, para que tú y yo saliéramos de la muerte y viviéramos con Él y en Él.
Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, su hijo el señor Jesús murió por nosotros. A Él no le interesó si eramos sus amigos o enemigos: no le interesó si éramos buenos o malos; no le interesó si queríamos que nos salvara. En un acto sublime de amor se entregó y dio hasta la última gota de su sangre para que nos hiciéramos hijos de Dios, su Padre y fuéramos salvos.
Por ello, debemos glorificar permanentemente a nuestro Dios, al Señor Jesús que nos dio la mayor prueba de amor, pararnos cada día frente a Él y decirle: aquí estoy Señor y aquí me quedo.
Amado Padre, queremos darte muchas gracias por tu hijo a quien enviaste para que en el mayor acto de amor entregara su vida por nuestros pecados. Gracias porque Él pagó el precio y ahora somos libres de acercarnos a ti. Gracias por Sergio, tu hijo, quien ha sido fuente de inspiración por su manera de expresar tu palabra y enseñarnos a derramar nuestro corazón frente a ti. Por favor, bendícelo grandemente para que pueda continuar la maravillosa obra que realiza como siervo tuyo. Te adoramos Señor, amén.