OCTUBRE 1

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios

ROMANOS 5: 20 - 21

20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;

21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.

EFESIOS 2: 8 - 9

8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 

9 no por obras, para que nadie se gloríe.

REFLEXIÓN

Cuando pensamos en nosotros mismos y nuestra vida, es imposible no darnos cuenta de cuán débiles somos y cuántas veces hemos pecado repetitivamente. Nos arrepentimos, nos perdona, pecamos, nos arrepentimos, en fin, círculo vicioso. Eso, de alguna manera, no tiene nada que ver con nuestro espíritu, porque tal como dice la palabra en Mateo, "el espíritu está dsipuesto, pero la carne es débil". Frente a esa realidad y en nuestras fuerzas, definitivamente estaríamos destinados a la muerte eterna, pero nuestro amado Señor, en la mayor prueba de amor que ha existido entregó a su hijo para que pagara el precio de nuestros pecados y nos pasara de muerte a vida.

No podemos olvidar jamás que, como dice la palabra en Marcos, "Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios" quien por su amor y su gracia nos regaló  la salvación, porque si no fuera así estaríamos condenados por nuestra multitud de pecados. Somos salvos por su gracia,  por medio de la fe y en ello nada tenemos que ver y por supuesto, no  ha sido por nuestros méritos. Simplemente a Él le plació escogernos y recibimos su regalo de salvación 

Que el pecado está siempre presente en nuestras vidas, que luchamos permanentmente para no ser inferiores a su amor y su regalo, es verdad, pero tembién es cierto, que donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Y por ella somos llamados hijos de Dios.

Amado Padre celestial, muchas gracias por tu amor, gracias porque a pesar de nosotros mismos, decidiste comprarnos por precio de sangre y ahora somos libres. Te suplicamos Señor que nos dejes permanencer en el hueco de tu mano para siempre y que cuando muramos, podamos estar junto a ti. Te lo pedimos en el nombre de Jesús, amén.