NOVIEMBRE 20
HABACUC 3.17-19
17 Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales;
18 Con todo, yo me alegraré en el Señor, y me gozaré en el Dios de mi salvación.
19 Dios el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar.
Como parte de nuestro caminar por la vida tenemos en muchas ocasiones situaciones que nos acorralan, nos ponen contra la pared y como creyentes derramamos nuestro corazón a Dios, mostrándole nuestro dolor y clamando por la solución. Hemos aprendido que debemos ponerle fechas a Dios para que nos responda, que debemos ser muy específicos, que todo lo que pidamos al Padre en el nombre de Jesús nos será hecho, conforme al propósito que tiene para nuestras vidas. Sin embargo, en muchas ocasiones tenemos la percepción de que nuestro Padre no solo no nos da lo que esperamos, sino que ni siquiera nos escucha, porque no recibimos ninguna respuesta.
Es es esos momentos de impotencia en los que luchamos verdaderas batallas porque nuestra fe se pone a prueba y comenzamos a pensar que quizás estemos errados en nuestras creencias. Es en esos momentos cuando recibimos las respuestas del Señor de una manera muy sutil o quizás con un fuerte terremoto. Dios sabe hasta donde podemos resistir y como dice su palabra, no está dispuesto a perder a ninguna oveja de su prado.
Por eso, mientras nos llega la respuesta de su amor, mientras desesperados titubeamos entre seguirle clamando o sumirnos en el fondo del abismo y darnos por vencidos, debemos aferrarnos a nuestra fe, y como Habacuc declarar que "Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales, aunque estemos al borde de una desgracia, de una situación que nos aniquile, debemos alegrarnos en nuestro Dios y salvador.
El Señor no nos suelta y de acuerdo con el plan perfecto que tiene para cada uno de nosotros actúa en el momento y la forma adecuadas. Dios es nuestra fortaleza y el que permite que cualquier cosa que nos ocurra nos ayude para bien, conforme al propósito para el que hemos sido llamados.
Amado Padre celestial queremos darte muchas gracias porque en el momento adecuado y de la mejor manera actúas en nuestras vidas, siempre a nuestro favor, y aunque no lo entendamos en primera instancia, muy pronto nos es evidente tu intervención. Por favor Señor te pedimos que nos des la fuerza y la paciencia necesarias para esperar confiados en ti, y si el paso a la otra vida es lo que debe ocurrir, ayúdanos a entender claramente que no es un fracaso sino que de alguna manera quieres tenernos allá a tu lado. Te adoramos. Amén.