AGOSTO 9 

¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?

¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?

LA PALABRA DE DIOS

MARCOS 4: 35-41

35 Ese día al anochecer, les dijo a sus discípulos: —Crucemos al otro lado.

36 Dejaron a la multitud y se fueron con él en la barca donde estaba. También lo acompañaban otras barcas.

37 Se desató entonces una fuerte tormenta, y las olas azotaban la barca, tanto que ya comenzaba a inundarse.

38 Jesús, mientras tanto, estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, así que los discípulos lo despertaron. —¡Maestro! —gritaron—, ¿no te importa que nos ahoguemos?

39 Él se levantó, reprendió al viento y ordenó al mar: —¡Silencio! ¡Cálmate! El viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo.

40 —¿Por qué tienen tanto miedo? —dijo a sus discípulos—. ¿Todavía no tienen fe?

41 Ellos estaban espantados y se decían unos a otros: —¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?

REFLEXIÓN

El escenario que se nos presenta en este pasaje bíblico es Jesús a la orilla del mar con sus discípulos y seguramente con muchas otras personas, porque hace referencia a que había más barcas. "Pasemos al otro lado Jesús le dijo a los discípulos". ¿Por qué razón querría el Señor ir al otro lado? ¿Sería para tener otras perspectiva del lugar, o para mirarlo desde otra óptica?

Aunque esto no es lo nuclear del pasaje bíblico, vale la pena pensar que en nuestras vidas, en muchas ocasiones, cambiar de lugar, ponernos en el puesto de otro, nos puede permitir observar mejor las cosas y tener una visión más completa de lo nuestro y de las relaciones con otros.

Lo central de este pasaje es doble: Primero, los versículos 37 y 38 reflejan esos terribles momentos de nuestra tormenta espiritual o física, cuando el agua entra en nuestra barca y facilmente nos hace agua. ¡Cuántas veces le hemos reclamado pensando que nos ha dejado; que no le interesamos y estamos abandonados a nuestra suerte! Pero, Dios nunca está dormido y siempre está dispuesto a ayudarnos aunque parezca que la barca de nuestra vida naufrague.

Segundo, ante Dios todo lo que existe obedece y calla. Así como el mar y el viento se calmaron a su orden, todo lo creado se somete a su autoridad. Eso incluye nuestra voluntad y nuestro espíritu. El Señor mostró con toda claridad que si a Él acudimos, si tenemos fe, podemos esperar en su amor y soberanía y no tenemos que sentir temor.

Amado Señor, danos la medida de fe necesaria para estar siempre sin temor, sometidos a tu autoridad. Enséñanos a callar toda voz y enmudecer todo sentimiento contrario a tu voluntad, escrita en tu palabra y sembrada en nuestro corazón. Así podrán cesar las tormentas que vengan y podremos experimentar que nuestra fe sigue intacta. Te adoramos Señor y oramos en el nombre de Jesús, amén.