JUNIO 15
ISAÍAS 40: 12 - 20
12 ¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos con su palmo, con tres dedos juntó el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza y con pesas los collados?
13 ¿Quién enseñó al Espíritu de Dios, o le aconsejó enseñándole?
14 ¿A quién pidió consejo para ser avisado? ¿Quién le enseñó el camino del juicio, o le enseñó ciencia, o le mostró la senda de la prudencia?
15 He aquí que las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las balanzas le son estimadas; he aquí que hace desaparecer las islas como polvo.
16 Ni el Líbano bastará para el fuego, ni todos sus animales para el sacrificio.
17 Como nada son todas las naciones delante de él; y en su comparación serán estimadas en menos que nada, y que lo que no es.
18 ¿A qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?
19 El artífice prepara la imagen de talla, el platero le extiende el oro y le funde cadenas de plata.
20 El pobre escoge, para ofrecerle, madera que no se apolille; se busca un maestro sabio, que le haga una imagen de talla que no se mueva.
Una buena reflexión para esos momentos de incertidumbre y de toma de decisiones trascendentales, nos la da Isaías en el capítulo 40 en el que nos dice con todo detalle, quién es nuestro Dios. No hay nadie como Él, ni nada que se le parezca. Somos bendecidos al tener al Señor como nuestro padre. Él, que hizo todas las cosas, que gobierna en el cielo y en la tierra, el que muestra como la ciencia no es nada frente a su majestad. Ese es nuestro Dios.
Nuestro Señor a quien adoramos en espíritu y en verdad. Él no necesita ser representado por imagen alguna y nos advierte de ello, para que no caigamos en la trampa de adorar imágenes que no hablan ni sienten. Nuestro corazón lo alberga desde el momento en que lo recibimos en nuestras vidas y desde allí desarrolla para nosotros un plan perfecto. Puede que no lo entendamos, puede que nos produzca dolor, puede que nos preguntemos el porqué de las situaciones en las que parecemos vencidos, pero por encima de todo eso, debemos esperar pacientemente orando y aceptando su voluntad, porque con seguridad en el momento adecuado entenderemos que su voluntad es agradable y perfecta para cada uno de nosotros.
No entendemos sus métodos; dicen que Dios escribe derecho en renglones torcidos, y para nuestro limitado discernimiento, así es. Por ello, abandonémonos a su voluntad porque al final solo tendremos la felicidad y la paz que solo él nos puede dar.
Amado Señor, ¡Cuán grande eres. Cuán maravillosas son tus obras! Gracias por tenernos como la niña de tus ojos. Gracias porque aunque estemos en momentos difíciles sabemos que amanecerá un nuevo día con tu amor y con la victoria que nos das para salir de nuestras penas y tribulaciones. Por favor, Señor, No nos dejes solos. Te adoramos en el nombre de tu hijo, Jesús, amén.