ENERO 7

Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.

Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.

LA PALABRA DE DIOS

JUAN 10:11-18

11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.

12 Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.

13 Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.

14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,

15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.

16 También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.

17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.

18 Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.

REFLEXIÓN

Somos demasiado afortunados, por llamarlo de alguna forma. Nuestra fortuna radica en que somos ovejas de su prado. Somos el rebaño del buen pastor, del señor Jesús, quien nos cuida y protege a ultranza. De hecho, ya dio la vida por nosotros, ya pagó el precio de nuestros pecados. Él, como dice su palabra, nos conoce por nuestro nombre y nosotros lo conocemos a Él.

Qué diferencia tan grande en todos los otros casos de amistad y protección. Ninguna persona, tal vez excepto nuestra madre, daría la vida por nosotros. En tiempos de infortunio, todos desaparecen, porque en el fondo de sus corazones ocupamos un segundo lugar. Solo Jesús no nos abandona. Adicionalmente, Él busca más ovejas para agregarlas a su redil, para que también tengan su protección y amor. 

Él no necesita nada de nosotros. Dio su vida porque quiso hacerlo y dice en los versos  17 y 18 : " Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar". 

El misterio de la muerte y resurrección del señor Jesús es supremamente difícil, por no decir imposible de entender. Dios nuestro Padre, el creador de los cielos y la tierra, el que señorea en el mar, en la tierra, en el universo, se toma el trabajo de enviar a su hijo para que pague el precio del pecado, sometiéndose a todo tipo de escarnios. Él podría haber evitado la muerte si lo hubiera querido, pero no. Decidió entregarse a ella y demostrarnos que podría regresar de la muerte. Nos dejó el legado de la fe y nos hizo posible ser llamados hijos de Dios, con el solo hecho de recibirlo en nuestros corazones.

Amado Señor Jesús. Gracias por tu amor. Gracias por ser el perfecto pastor que nos cuida y como dice tu palabra, nos hace descansar en delicados pastos. Gracias porque nos permitiste acercarnos al Padre a través de ti. Te adoramos Señor. Amén.