ROMANOS 12:14-21.
14 Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.
15 Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran.
16 Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.
17 No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres.
18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.
19 No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
20 Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.
21 No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.
Asistí a un servicio religioso y la prédica del sacerdote, en verdad me tocó porque hizo referencia a nuestra relación con Dios. Sus palabras eran para mi muy conocidas, especialmente por el significado que dio a la intimidad con el Señor. Entre otras palabras, dijo: "Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad".
Esas deberían ser nuestras palabras todos los días, cuando en ese lugar secreto que tenemos para nuestra intimidad con Dios, hacemos nuestro devocional. Aquí, en este cuarto, en este lugar, en el santuario de nuestro corazón, aquí estamos, somos tuyos, estamos listos para adorarte, para pedirte perdón por los pecados que día a día cometemos, para alabarte, para disfrutar de tu presencia, porque tenemos la certeza de que aquí estás siempre y siempre nos escuchas.
Decía también: "para hacer tu voluntad". Y, ¡Cuál es tu voluntad? Romanos en los versos 14 a 21 nos muestra claramente cuál es: bendecir a todos, acompañar al que goza y al que sufre, sin arrogancia, sin soberbia, con humildad. Reconociendo a valorando a todos, sin distingos, amando a todos. Viviendo en paz no devolviendo mal por mal, sin venganzas. Eso es lo que nos toca. Esa es su voluntad. A quien nos persigue démosle todo el bien que podamos y no nos dejemos vencer por lo malo.
Amado Padre, mi corazón se enternece al pensar en Ti. Siento tu amor, tu infinito amor, y tengo la certeza de tu protección. Te adoro y quiero manifestarte que aquí estoy para hacer tu voluntad. Por favor Señor, úsame para tus propósitos y muéstrame tu voluntad, agradable y perfecta. Amén.