DICIEMBRE 18
ISAÍAS 51:12-16
12 Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor del hombre, que es mortal, y del hijo de hombre, que es como heno?
13 Y ya te has olvidado de Dios tu Hacedor, que extendió los cielos y fundó la tierra; y todo el día temiste continuamente del furor del que aflige, cuando se disponía para destruir. ¿Pero en dónde está el furor del que aflige?
14 El preso agobiado será libertado pronto; no morirá en la mazmorra, ni le faltará su pan.
15 Porque yo el Señor, que agito el mar y hago rugir sus ondas, soy tu Dios, cuyo nombre es Señor de los ejércitos.
16 Y en tu boca he puesto mis palabras, y con la sombra de mi mano te cubrí, extendiendo los cielos y echando los cimientos de la tierra, y diciendo a Sion: Pueblo mío eres tú.
Durante todos estos días el Señor nos ha llevado de la mano mostrándonos su poder y misericordia y hoy no haremos excepción.
En este pasaje Dios nos expresa claramente uno de sus roles en nuestra vida. Él dice; "Yo, yo soy vuestro consolador". Eso significa que frente a todos nuestros problemas, nuestros dolores, nuestras tristezas, nuestros malos momentos, lo tenemos a Él, el dueño de la vida, el creador de todo lo visible y lo invisible. Nos llama el Señor a confiar ciegamente en su poder y protección y a darle el valor real, no dejándonos intimidar por hombres, que sin duda morirán y cuando el Señor lo decida desaparecerán y se secarán o arderán como el heno.
Dios nos invita a reflexionar acerca de nuestros temores. Muchas veces nos encontramos con personas que con su actitud o poder intimidan, pero esas personas no son más que eso, personas temporales que en culaquier momento Dios quita de nuestro entorno y nunca podrán hacernos daño porque estamos cubiertos y protegidos bajo sus alas. Si nos resguardamos en el Señor, la ira y la capacidad de los hombres no podran dañarnos porque somos el pueblo del Señor.
Amado Padre, gracias por recordarnos que somos tu pueblo y que como tal, no debemos temer a nada terrenal porque tu brazo se extiende para protegernos y librarnos de los enemigos. No dice tu palabra que hagamos algo diferente a reposar en Ti, porque tú haces la tarea. Ayúdanos Señor a pararnos de frente con el escudo de tu palabra y esperar a que nos libres y protejas de los que nos quieren hacer el mal. La batalla es tuya Señor de los ejércitos. Amén.