JULIO 8
JUAN 12:1-8
1 Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos.
2 Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él.
3 Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.
4 Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar:
5 ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?
6 Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella.
7 Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto.
8 Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis.
¿Qué es lo más importante en nuestras vidas? Indiscutiblemente esta es una pregunta muy complicada de responder. ¿Nuestros padres, nuestra pareja, nuestros hijos, nuestro trabajo? Diría como alguien que leí, que cada uno de ellos lo es en momentos específicos. Cuando sufren, necesitan, están enfermos, cuando tambalea nuestra vida laboral, en fin. Todos pasamos por esas situaciones y créanme que nos llevan al límite.
Es imposible que en este mundo no tengamos aflicción. La palabra así lo dice, pero no se detiene ahí. Nos exhorta a confiar porque Él ha vencido a mundo. Marta y María las hermanas de Lázaro depués de haber vivido esos terribles momentos de la muerte de su hermano, después de presenciar el mayor de los milagros, recibieron a Jesús en su casa a una cena y mientras Marta preparaba y servía, Marìa decidió honrar al Señor con lo mejor que tenía y demostrale con hechos su amor. Podemos suponer que ella después de vivir la experiencia de su poder, entendió y sintió en su corazón que Jesús era merecedor de todo y que además era el centro de su vida.
La reflexión está encaminada a esos momentos en que aparentemente amamos a uno u otro ser querido, más que a todas las cosas. Es imposible abstraernos al dolor y a la sensación de posible pérdida. Es válido amar. De hecho el Señor nos dio ese mandamiento. Lo que no debemos olvidar es que cuando nuestras circunstancias o las de los seres que amamos nos centran en ellos, debemos llegar a sus pies y manifestarle que nuestro primer y más importante amor es Él y que como tal, le entregamos las circunstancias que nos afligen, con la certeza de que nuestro Padre el dueño de toda la creación, nos ama y por supuesto ha vencido a mundo a través de su hijo Jesús. Lo que espera es que actuemos sin reservas y estemos dispuestos a darle lo mejor de nuestras vidas.
Amado Padre celestial, tú conoces nuestro interior y nuestra manera de actuar frente a la adversidad. Por favor enséñanos y danos la fuerza y discernimiento para esperar en ti y entender que eres lo primero en nuestras vidas. Te adoramos y oramos en el nombre de Jesús, amén.