SANTIAGO 4:11-17
11 Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.
12 Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro? No os gloriéis del día de mañana
13 !!Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos;
14 cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.
15 En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.
16 Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala;
17 y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.
Santiago nos exhorta a evitar la murmuración y el chisme. Esa murmuración acerca de personas que no se encuentran presentes cuando hablamos y por supuesto no pueden aclarar o defenderse. Además, a evitar también el juzgar las actitudes y conductas de un hermano, entendiéndose como tal, los hermanos en el Señor Jesucristo. No tenemos ninguna autoridad para hablar mal y juzgarlos y el señor Jesús así lo expresó cuando no permitió que juzgaran a la mujer que fue sorprendida en adulterio. Y si Él no lo hizo, mucho menos nostoros. Quizás cuando nos sentimos superiores o mejores personas que otros, nos abrogamos el derecho a señalar y juzgar, olvidando que justo no hay sino uno.
Por otro lado, Santiago recomienda recordar que no somos los amos de nuestra vida y por ello, todo lo que pensemos debemos someterlo al escrutinio del Señor, nuestro dueño. No sabemos qué ocurrirá mañana, de manera que en vez de jactarnos y hacer planes por nuestra cuenta debemos someternos al los planes del Señor, y mejor concentrarnos en hacer el bien, porque si no lo hacemos, como dice el versículo 17 de este pasaje: "y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado".
Padre celestial queremos adorarte y alabarte, a ti, el Señor de la vida, el Señor de nuestras vidas. Queremos aprender de tu sabiduría y tu bondad. Ayúdanos por favor a discernir lo bueno y a hacerlo, porque no queremos ofenderte. Gracias por hacernos conscientes de tu ley y gracias por ser piedra de tropiezo para lo malo, de manera que siempre permanezcamos en ti, agradándote y adorándote. Oramos en el nombre de Jesús, amén.