18 El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José,antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo.
19José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.
20Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
21Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
22Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo:
23He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo,y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.
24Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer.
25Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS.
REFLEXIÓN
Hoy, en muchas partes del país, se celebra la noche de las velitas, como una actividad que mirada superficialmente, parece más turística que otra cosa. Con ella, arranca formalmente la navidad. Pero el asunto va más allá. Esta noche, cuando prendamos nuestras velitas o salgamos a mirar el "alumbrado" de la ciudad, recordemos la razón profunda de la celebración.
Hace más de 2000 años, no me cansaré de repetirlo, estaba sucediendo el hecho más importante de la historia de la humanidad. María seguramente estaba muy asustada no solo por lo que ocurría en su interior, sino por lo que le pasaría cuando las personas de su ciudad se enteraran de que sin estar casada esperaba un hijo. José, su prometido, así lo diríamos hoy, se conmovió y para no perjudicarla, decidió dejarla en secreto. Sin embargo, nuestro amado Padre obró mostrándole en sueños la realidad, dándole la seguridad y tranquilidad que necesitaba para aceptarla y cuidarla obedeciendo al Señor.
¡Qué hermosa razón para festejar en este tiempo la venida de nuestro Señor y recordar lo que alrededor de este suceso aconteció! Cuántas personas involucradas. José, por supuesto María, Zacarías, Elizabeth, Juan el bautista, Magos, pastores, Herodes, en fin. Todo ello dispuesto para que según el plan perfecto de nuestro padre, aconteciera como debía ser.
Amado Padre celestial, gracias, muchas gracias por el mayor regalo que pueda imaginar cualquier persona. El regalo de tu hijo. Cómo sería de distinta la vida sin Él. Gracias porque tenemos una razón para vivir, tranquilos, descansando en tu regazo, con la certeza de que cuando pasemos a nuestra real y definitiva vida, estaremos para siempre en tu presencia. Te adoramos y oramos en el nombre de tu hijo Jesús, amén.