SALMOS 15: 1-3
1 Señor, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?
2 El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón.
3 El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino.
SALMOS 84: 10
Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad.
MATEO 26:41
Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
1 JUAN 1:9
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
¿Cuál es el mejor lugar para vivir? Indiscutiblemente es en los atrios de la casa del Señor. Allí no solamente podemos estar felices, sino seguros y en paz. La palabra así lo dice: "Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos". Al imaginar nuestra vida al lado del Señor no hay palabras para describirla. Cuando tenemos esos momentos de comunión con Él, y nuestro corazón se conmueve hasta las lágrimas, podemos vislumbrar lo que será nuestra vida a su lado y definitivamente solo podemos decir con el salmista, sí, mejor es habitar en tus atrios que en cualquier otro lugar.
La palabra nos dice que si queremos vivir en la casa de Dios debemos ser íntegros, justos, honestos y bondadosos, no debemos juzgar ni calumniar. En resumen, nuestra relación con el prójimo debe cumplir lo que el mismo Jesús nos dijo : "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros. Como yo os he amado, que también os améis unos a otros".
Como el Señor nos conoce y sabe de nuestra debilidad, nos exhorta a que seamos transparentes, le confesemos los pecados, el caer y levantarnos continuamente, con la certeza de que nos tiene paciencia y nos perdona una y otra vez. Por ello, en Mateo nos exhorta a orar para no entrar en tentación y conservar la esperanza de que al final estaremos en sus atrios para siempre.
Amado Padre celestial, qué tranquilidad nos da el saber que pagaste por nuestros pecados por ese infinito amor que nos tienes. Gracias porque nos has dado la promesa de que nuestra vida será eterna a tu lado. Gracias porque tu fidelidad es para siempre y, a pesar de nosotros mismos, ya tenemos ganada nuestra salvación. Queremos amar a nuestros hermanos y ver en cada persona tu rostro. Oramos en el nombre de Jesús, amén.