ENERO 27

Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.

Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.

LA PALABRA DE DIOS

JUAN 2:1-12

1 Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús.

2 Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos.

3 Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.

4 Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.

5 Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere.

6 Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros.

7 Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.

8 Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron.

9 Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo,

10 y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora.

11 Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.

12 Después de esto descendieron a Capernaum, él, su madre, sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos días

REFLEXIÓN

El ministerio de Jesús comenzó a sus 30 años. Antes de ese momento, como dice Lucas 2:52 " Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres". Acababa en ese pasaje de dar inicio a su ministerio, escogiéndo a sus discípulos. Ya había llamado a Andrés, Pedro, Felipe y Natanael y con ellos fue a unas bodas en Caná de Galilea a las que había sido invitado con su familia.

Ya avanzada la fiesta escaseó el vino y su madre, María, quien seguramente había visto paso a paso a su hijo y conocía su corazón y sabía de quién era hijo,  le insinuó que mostrara su gloria y poder, no por hacerlo sino para ayudar a los de la boda que seguramente estaban preocupados porque no tenian la forma de atender a sus invitados.

Se puede suponer que María era amiga de los novios o de sus familias y se condolió y quiso ayudarlos. Jesús cuando ella le cuenta que no tienen vino, entendió su indirecta y seguramente con un tono cariñoso, y de complicidad, con un fino humor le respondió: "¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora". Aquí es importante reflexionar en el tono de Jesús hacia su madre. Cuando se lee por primera vez, pareciera que Jesús se hubiera molestado con su madre, pero si pensamos que su amor es tan grande que dio la vida por nosotros a quienes no conocía, la respuesta no podía ser mas que un apunte de complicidad entre ellos.

María lo entendió y sin más les dijo a quienes manejaban el evento que hicieran lo que Jesús les dijera y ¡el milagro ocurrió! Ellos obedecieron ciegamente, cuando les dijo que llenaran las tinajas de agua, no le preguntaron para qué o por qué sino que obedecieron.

Jesús no tenía interés en que los invitados a la fiesta supieran lo que había hecho. Si les dijo a quienes servían el vino que llevaran una copa al maestresala fue para que sus discípulos dimensionaran su poder y lo que significaba ser el hijo de Dios. Dice el verso 11"...y sus discípulos creyeron en él". Por ello, termina el pasaje diciendo que después de hacer esto, su madre, sus hermanos, sus discípulos y él se fueron a Capernaun.

Jesús, de una manera simple, aparentemente simple, actuó sin esperar nada a cambio, solo por complacer a su madre y para que sus recién llamados discípulos creyeran en Él. Actualmente, todos lo conocemos, hemos oido, visto y sentido su poder y misericordia. Jesús sigue vivo actuando a nuestro favor, sanándonos, protegiéndonos, dándonos su amor, felicidad y paz. ¡Qué debemos hacer? Frente a nuestra necesidad, solo presentarnos y pedirle, con fe, aceptando su voluntad y los milagros se dan.

Si cada uno de nosotros pensamos en algún milagro que haya hecho Jesús en nuestras vidas, seguramente recordaremos. Por eso, así como lo hizo en muchas ocasiones durante su ministerio y sigue haciéndolo ahora, pidámosle que se gloríe en nosotros.

Señor Jesús, como María tu madre, sabiendo que eres el hijo de Dios y que eres amororso y compasivo, venimos a ti a pedirte en primer lugar que perdones nuestros pecados y en segundo lugar a pedirte nos sanes, de nuestras enfermedades, de esas que no hemos podido curar, aquellas como la que tenía la mujer del flujo de sangre, que nos sanes de ese espíritu que necesita ser limpiado y restaurado, que nos regales la manera de vivir holgadamente, sin afugias económicas, que nos des un corazón generoso para pensar en los demás y que podamos como dice tu palabra, amarte y amar a los demás como a nosotros mismos.

Amén.