JUAN 6:1-2, 24-26
1 Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias.
2 Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos.
24Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a Capernaum, buscando a Jesús. Jesús, el pan de vida
25 Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá?
26 Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.
SALMOS 37:4
Deléitate asimismo en Dios, y él te concederá las peticiones de tu corazón.
SALMOS 145: 1-2
1 Te exaltaré, mi Dios, mi Rey, y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre.
2 Cada día te bendeciré, y alabaré tu nombre eternamente y para siempre.
¿Por qué oramos? ¿Con qué frecuencia lo hacemos? ¿Qué dice nuestra oración?
Conoci y recibí al Señor en mi corazón hace ya muchos años. Después de pasar media vida buscando, tropezando y frustándome porque no lo hallaba, un día fui invitada a un servicio religioso y encontré un lugar cargado de eletricidad, con personas que alababan y adoraban al Señor con todo su corazón. Cantaban, bailaban y lloraban, concentradas en su comunión con Dios. Ese día lo conocí, pero no lo recibí en mi corazón. Pudo más mi escepticismo y mi afán de hacer racional lo que era espiritual.
Pasó casi un año en el que busqué incesantemente un lugar donde pudiera encontrarme con el Señor y al fin lo hallé en un pequeño local con poca gente que entonaba canciones, acompañados de una guitarra. Ese día lo recibí y fui presa del primer amor que me hacía sentir una necesidad imperiosa de estar reunida con quienes me lo mostraban.
Han pasado 30 años y aquí estoy preguntándome acerca de la oración. Mis conclusiones son: para alabarlo, adoraralo, rendirle mi corazón, descansar en su regazo, derramar el corazón y no para pedirle. No debemos seguirlo como lo hacían en la epoca de su ministerio, por los milagros que hacía, no debemos ser como esa multitud que lo seguía porque veían las señales que hacía en los enfermos. Él identifica la razón de nuestra oración y por eso queremos que nos diga "De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis".
El llamado es a deleitarnos y centrar en Él nuestra oración y por supuesto nuestra vida. Así nos acercaremos cada día más y nuestra oración será fructífera porque profundizaremos en su conocimiento y nos gozaremos de su amor. Además, si así es, no debemos preocuparnos por pedirle, porque como dice el Salmo 34 "Él nos concederá las peticiones de nuestro corazón".
Amado Padre celestial, que dulce sensación la de percibir tu amor y protección. Cuando te alabamos nos sentimos completos y emocionados por la intimidad que tenemos contigo. Queremos estar permanentemente en tus atrios adorándote y rindiéndote nuestro corazón. Gracias por permitirnos acercarnos a tí y estar tranquilos y confiados, porque al lado tuyo, en el hueco de tu mano estamos completos. Solo tú nos sacias. Como dice David, "Te exaltaré, mi Dios, mi Rey, y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre". Te adoramos en el nombre de Jesús, amén.