MARZO 15

Jehová, Yahvé, Elohim, el Señor es mi fortaleza, El cual hace mis pies como de ciervas, Y en mis alturas me hace andar

Jehová, Yahvé, Elohim, el Señor es mi fortaleza, El cual hace mis pies como de ciervas, Y en mis alturas me hace andar

LA PALABRA DE DIOS

HABACUC 3:17-19

17 Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales;

18 Con todo, yo me alegraré en el Señor, y me gozaré en el Dios de mi salvación.

19 Jehová, Yahve, Eloim, el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar. 

REFLEXIÓN

Estamos viviendo tiempos especiales. El pánico se apodera de la humanidad que mira impotente cómo se acercan los males y se pone en peligro la vida. Nada parece funcionar. La ciencia que de manera prepotente solo se reconoce a si misma, solo cree en sus capacidades, los políticos que se sienten dueños del mundo, en fin, todos que en mayor o menor medida creemos que las cosas les pasan a los otros, nos vemos confrontados con una realidad de a puño.

Que un pequeñísimo agente enfeccioso, sea capaz de poner en jaque al mundo, es una muestra de lo frágiles que somos y de la dependencia absoluta que debemos tener de nuestro Dios. Digámosle Jehova, Yahvé o Elohim, porque es el mismo y único Dios que tenemos, sin pensar en divisiones y mandamientos de hombres, en conveniencias religiosas y de poder, queremos como lo hizo Nínive, arrepentirnos y volvernos a Él, a ratificar nuestro amor y deseo de estar simpre acurrucaditos en el hueco de su mano.

Habacuc es vigente el día de hoy, cuando no aparece resultado de nuestras esperanzas y clamores y como él debemos alabar a nuestro Dios, en cualquier circunstancia que estemos viviendo.  Porque aunque nada parezca estar funcionando, debemos alegrarnos en nuestro Señor y recordar sus promesas que son en el sí y en el amén. Recordar que  es nuestra fortaleza, nuestro escudo y que si permanecemos allí frente a Él y no nos movemos, veremos su gloria y su protección porque como dice el verso 19: "Hace mis pies como de ciervas, Y en mis alturas me hace andar"

Señor, Padre amado. Nos movemos en aguas turbulentas. Tu poder se está desplegando, mostrando al mundo entero que sin Ti nada podemos. Por ello, estamos acá nuevamente derramando nuestro corazón, pidiéndote perdón arrepentidos y agradeciéndote que nos des la tranquilidad y seguridad que has prometido en tu palabra. Somos tus ciervas y sabemos que nos haces andar en tus alturas y también sabemos que si habitamos a tu abrigo, nosotros y  nuestras casas estaremos seguros. Te adoramos Señor en el nombre de Jesús, amén.