MARZO 23
ROMANOS 10:8-13
8 Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos:
9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
11 Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.
12 Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan;
13 porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
Pablo escribe a los romanos acerca de la dualidad que puede haber entre la ley y la fe. Dice que si nos acogemos a la ley, nosotros los seres humanos tendremos lo que hagamos, pero si nuestra fe es en Jesús, Él será nuestra ley, porque como dice el verso 4, "el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree"
Así las cosas, la elección es obvia. Escojamos a Jesús como nuestro centro y así nuestra ley será Él. Por eso, nosotros desde nuestro corazón creyendo firmemente y con nuestra boca, debemos proclamar y confesar a Jesús como nuestro Señor y nuestro Salvador, única condición para ser salvos.
Jesús no vino para salvar a unos pocos porque para Él no hay acepción de personas. Solo espera que lo acojamos e invoquemos su nombre y Él hace el resto. Jesús espera que nos arrepintamos de nuestros pecados, le abramos la puerta de nuestro corazon, le invitemos a entrar allí y declaremos que es el dueño y Señor de nuestras vidas. Dice el verso 10: "Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación".
Y por ello, podemos proclamar su amor y cuidado para con nosotros diciendo como Pablo en 2 Corintios 4:13 "...Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos".
A quien no haya recibido al Señor en su corazón o a quien quiera ratificar su oración de fe, lo invitamos a repetir la siguiente oración:
Amado Señor, me arrepiento de todos los pecados que he cometido. Entiendo que Tú eres lo mejor que me ha podido ocurrir. Conocerte cambia mi vida, y por ello Señor quiero abrirte las puertas de mi corazón e invitarte para que por favor entres a morar en él. Te reconoczco como mi Señor y salvador y declaro que te entrego el control de mi vida. Gracias porque a partir de hoy soy una nueva criatura dispuesta a estar siempre frente a ti recibiendo tu amor, porque solo así seré feliz y viviré en paz. Amén.