SEPTIEMBRE 29

No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios.

No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios.

LA PALABRA DE DIOS

CORINTIOS 3: 4 - 54

Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios;

5 no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios.

LUCAS 13: 11 - 12

11 y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar.

12 Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad.

REFLEXIÓN

Durante muchos años fumé. En esa época  era glamuroso y en todos los lugares permitían hacerlo. El tiempo pasó y cambiaron los parámetros al respecto, al punto de que quienes fumábamos debíamos apartarnos para que los no fumadores no recibieran el humo que resultó ser muy dañino para la salud.

En esos momentos comenzó mi lucha por dejar el cigarrillo. Una lucha en solitario, porque la decisión no podía ser sino mía y la fuerza de voluntad flaqueaba permanentemente. Recuerdo que me levantaba afirmando que no fumaría más y a la media hora ya tenía un cigarrillo encendido.  Nació mi nieta mayor y me llamaban a cuidarla, y en esos momentos sentía mayor el peso de mi adicción al tabaco. Ahora que lo entiendo, mi lucha, como lo dije anteriormente, era en solitario. Mis hijos se preocupaban y cuando me lo manifestaban les respondía invocando mi derecho a decidir. En fin, el asunto continuaba mal, hasta que un día derramé mi corazón al Señor y le declaré mi impotencia para dejar de fumar y de alguna manera le pasé la responsabilidad de mi vida.  

Hace 20 años de eso. No sentí nada especial. Intenté un par de veces fumar y mi cuerpo lo rechazaba. Después, olvidé por completo que fumaba, no sentí ansiedad alguna y a pesar de compartir con amigos que lo hacían, no me provocaba. ¿Que cómo fue eso? Tengo la respuesta. Dejé de luchar en solitario. Reconocí mi incapacidad, mi impotencia y se la entregué a mi amado Señor quien me dio el maravilloso regalo de hacerme competente para dejar de fumar.

Como dice su palabra, "no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios"

Amado Padre celestial, gracias porque en nuestra debilidad  somos fuertes, porque no necesitamos ser competentes, porque la competencia viene de ti,  y porque frente a nuestra impotencia tú nos dices: "eres libre de tu enfermedad". Te pedimos por favor Señor que cuando nos declaremos impotentes, nos apoyes y asumas la responsabilidad de nuestras vidas. Te adoramos Señor y oramos en el nombre de Jesús, amén.