OCTUBRE 12
JOSUÉ 6:1-5
1 Ahora, Jericó estaba cerrada, bien cerrada, a causa de los hijos de Israel; nadie entraba ni salía.
2 Mas Jehová dijo a Josué: Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey, con sus varones de guerra.
3 Rodearéis, pues, la ciudad todos los hombres de guerra, yendo alrededor de la ciudad una vez; y esto haréis durante seis días.
4 Y siete sacerdotes llevarán siete bocinas de cuernos de carnero delante del arca; y al séptimo día daréis siete vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las bocinas.
5 Y cuando toquen prolongadamente el cuerno de carnero, así que oigáis el sonido de la bocina, todo el pueblo gritará a gran voz, y el muro de la ciudad caerá; entonces subirá el pueblo, cada uno derecho hacia adelante.
El pueblo de Israel estaba cerca de Jericó, ciudad que tenía alrededor unas murallas inexpugnables. Las puertas de la muralla estaban cerradas y nunca hasta ese momento habían sido derribadas. Pero el Señor le dijo a Josué que Jericó iba a ser de ellos y además le dio instrucciones para la toma.
Quizás Josué y su gente consideraban sumamente extraña la orden de Dios con respecto a la batalla, pero decidieron obedecer y por eso obtuvieron la victoria. Ellos hicieron exactamente como el Señor les había dicho. No dejaron nada por su cuenta. Solo obedecieron.
Muchas veces, en nuestro andar diario consideramos extravagantes y un poco locas las cosas que nos revela el Señor, pero, si sin importar de qué se trate le obedecemos, obtendremos victoria. De hecho, Él nos dice que el sacrificio que quiere es sacrificio de alabanza y adoración y no estrategia de ningún tipo. Él es el dueño del cielo y de la tierra, de manera que solo tenemos que confiar.
Tener fe es saltar al vacío sin temer, porque estamos agarrados de su manto y nos tiene en el hueco de su mano. De manera que así como Josué y el pueblo de Israel obedecieron ciegamente en un asunto tan delicado, debemos disponer nuestros corazones para obedecer y vencer el temor de la incertidumbre, porque estamos soportados por Dios.
Amado Padre queremos darte muchas gracias por la enseñanza del día de hoy. Te pedimos el favor de que acrecientes nuestra fe para que no temamos saltar al vacío, porque sabemos que allí estás Tú recibiéndonos con tus brazos abiertos para darnos la victoria en lo que nos propongamos. Te adoramos Señor y oramos en el nombre de Jesús, amén.