JUNIO 28

Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.

Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.

LA PALABRA DE DIOS

JUAN 11:1-5

1 Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana.

2 (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.

3 Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo.

4 Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.

5 Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro.

REFLEXIÓN

¿Dios nos escucha? Esa es una pregunta que nos hacemos frecuentemente, cuando nos enfrentamos a problemas de cualquier índole y nos sentimos impotentes para resolver. El Señor nos dio inteligencia para afrontar la vida, pero también nos da su amor y protección permanentes. La palabra está llena de referencias al respecto. Infortunadamente somos muy inmediatistas y creemos que nuestro tiempo es el de Dios. Seguramente, todo lo que hayamos leído nos sirve de referencia para entender como Él siempre está ahí desarrollando el plan perfecto que tiene para nuestras vidas.

El llamado entonces es que aprendamos a esperar en Él. Cuando derramamos nuestro dolor, temor, enfermedad, decepción y le confesamos lo imperfectos que somos, cuando le pedimos perdón por nuestros pecados, estamos reafirmando que de él dependemos en el ciento por ciento y que aunque nos sintamos impacientes, queremos esperar el momento adecuado para aceptar y entender que esa es su voluntad.

Si nos referimos al pasaje de Lázaro vemos cómo aparentemente Jesús sabiendo de su enfermedad y siendo tan amigo de ellos, pospuso su viaje a verlos, hasta el punto que cuando llegó a Betania ya había muerto. Muy seguramente Martha y María estaban decepcionadas porque su amado Jesús no estuvo para ayudarles y así se lo hicieron saber. Ellas específicamente lo mandaron a llamar, pero la respuesta las debió confrontar porque lo que observaban era que su hermano estaba muriendo.

El amor del Padre es perfecto y como tal solo hace lo mejor en nuestras vidas. Debemos entonces aprender a esperar ejercitándonos en la paciencia. No nos separemos de Él, mantengámonos como la viuda frente al Señor dándole gracias por lo que hace y hará en nuestras vidas y digámosle que nos acogemos a su decisión porque sabemos de su amor y perfección. Aunque el presente sea incierto y a veces doloroso, al final, el balance nos mostrará que lo que el Señor nos da, es lo mejor.

Amado Padre celestial, gracias por enseñarnos a esperar en ti. Gracias porque nos tienes en el hueco de tu mano y nos cuidas como a las mejores ovejas de tu rebaño. Te adoramos Señor, creador del universo, padre amoroso y protector. En el nombre de Jesús, amén.