AGOSTO 20

Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista.

Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista.

LA PALABRA DE DIOS

JUAN 9:1-11

1 Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento.

2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?

3 Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.

4 Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar.

5 Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.

6 Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego,

7 y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.

8 Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?

9 Unos decían: El es; y otros: A él se parece. El decía: Yo soy.

10 Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?

11 Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista.

12 Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? El dijo: No sé.

REFLEXIÓN

Al leer este pasaje bíblico, escrito por Juan, surgen varios temas para reflexionar:

1. "Casualmente" el señor Jesús se encuentra con un ciego de nacimiento. Digo casualmente, porque en los siguientes versículos se aclara el motivo por el que estaba allí. Jesús sabía que alguien estaba esperando, un hombre  que no sabía lo que iba a ocurrir y que nunca hubiera pensado que alguien se fijaría en él, para sanarlo. Así llega Jesús a nuestras vidas. Pero no es casualidad, aunque lo parezca. Las fichas de nuestro ajedrez están correctamente alineadas para nuestro encuentro con el Señor.

2. La naturaleza humana está siempre presente y nos es difícil eximirnos de juzgar, de calificar. Los discípulos de Jesús no fueron la excepción y buscaron culpable de la condición del ciego. Para nosotros la enseñanza es que con la sola apariencia de las cosas no debemos lanzar juicios de valor. No conocemos más allá de la foto que vemos. No conocemos lo que hay detrás de ella, no sabemos las circunstancias ocultas, así que lo mejor es guardar silencio y si es el caso, ayudar.

3. El señor Jesús tuvo tolerancia hacia el comentario que le hicieron sus discípulos y les explicó no solo la razón de la ceguera de ese hombre sino la urgencia de hacer las obras que su Padre le había encomendado; la necesidad de mostrar que Él era la luz del mundo.

4. El señor Jesús lo sana haciendo un procedimiento, que seguramente mucha gente recordaría y trataría de aplicar. En nuestra vida diaria, preguntamos muchas veces acerca de los procedimientos que ha hecho la gente para obtener un resultado positivo, y jamás nos paramos a pensar más allá de lo físico. Jamás pensamos si la mano de Dios tuvo algo que ver. Y si por alguna razón aparece Dios en la palestra como autor de ese resultado, rápidamente cambiamos de tema y lo desestimamos. No nos cabe en la cabeza que Dios, que el Señor Jesús nos favorezca con un milagro. Los milagros son para otros, quizás porque pensamos que no lo podemos molestar por pequeñeces o porque queremos ayudarle a que se den las cosas. 

Termina ese pasaje diciendo: Y el ciego obedeció. Esta frase es muy importante. El Señor Jesús nos llama a hacer las cosas tal y como dice la palabra, sin añadir ni quitar. El ciego no sabía lo que iba a ocurrir, quizás estaba expectante y hubiera querido correr o a lo mejor restregarse los ojos para saber que pasaba, pero, en vez de eso obedeció y cuando se lavó en el estanque, tal como le había ordenado el señor Jesús, vio.

5. Seguramente el ciego era muy conocido en el lugar, seguramente siempre se hacía en el mismo sitio a mendigar, de manera que puede uno imaginar que se aterraron de verlo sano y se preguntaban si era el mismo. Si era; él mismo lo confirmó. Entonces le preguntaron cómo lo había hecho y el narró el procedimiento.

La gente, como lo hacemos también nosotros en diferentes escenarios, daba la receta para recuperar la vista, y seguramente también, muchos la aplicaron y no sanaron, porque no entendían  que el lodo y el estanque fueron el pretexto usado por el Señor. Porque no se trataba del procedimiento sino de Jesús. Jesús no necesita nada. Sólo espera nuestra fe que lo mueve a compasión.

6. La gente quería conocer al que lo hizo, pero el ciego respondió:  "No sé". Finalmente, en este momento de la historia, es importante entender que Jesús actúa por amor y muchas veces no lo hace en respuesta a nada. Simplemente, "casualmente" llega a nuestras vidas y después de que recibimos su milagro, su bendición, cuando nos preguntan quien lo hizo, repondemos: No se, porque realmente no lo sabemos, por lo menos en ese momento, pero podemos esperar a que, muy pronto entendamos que esa casualidad, ese milagro que no teníamos a quien adjudicar, es de Él.

Amado Señor, qué maravillosa enseñanza nos has dado. Sabemos que contigo no hay casualidades y que no necesitas de nosotros para mostrarnos tu amor. Sabemos que nos buscas, como a tus discípulos y nos atraes a tu corazón amoroso y compasivo. Gracias Señor, porque nos amas a pesar de nosotros mismos. Te adoramos Señor. Amén.