MAYO 18

Fíate de Dios de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.

Fíate de Dios de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.

LA PALABRA DE DIOS

PROVERBIOS 3:5-8

5 Fíate de Dios de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.

6 Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.

7 No seas sabio en tu propia opinión; teme al Señor, y apártate del mal;

8 Porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos.

REFLEXIÓN

Generalmente creemos tener la razón en lo que decimos y hacemos. A causa de esto, se suscitan muchos debates en los que cada uno se ubica en una orilla y defiende su punto de vista como si lo único cierto fueran sus opiniones. Por ello, tantas rencillas, tantas críticas, tantos odios, que llevan a las personas a terminar amistades y a alejarse unas de otras.

Pero, ¿Quién tiene la verdad? Sólo Dios. Él es el único que conoce todo, tiene un propósito para nuestras vidas y somos suyos. En nuestro diario vivir no debemos desgastarnos en discusiones bizantinas, ni  tampoco considerar que poseemos la verdad revelada, porque hay uno solo que todo lo sabe. Si confiamos nuestra vida al Señor, podemos estar tranquilos, porque si le damos el control de nuestras vidas, nos llevará por el camino correcto y nuestras decisiones serán las adecuadas, así que como lo dice su palabra: "Fíate de Dios de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas".

El Señor nos invita a no considerar que somos sabios, sino a  estar en permanente comunión con Él, a reconocer nuestra ignorancia e impotencia para dejar el pecado, adorarle y darle gracias por la paciencia que tiene con nosotros, dándole lugar para que intervenga en nuestras vidas. Tratemos permanentemente de apartarnos del mal porque dice el Señor en el verso 8: "Porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos"; y dejémosle a Él, el control de nuestra vida, con la absoluta certeza de que así todo saldrá bien, tal como dice su palabra.

Amado Padre celestial, qué difícil es vivir alejados del mal,  queremos estar permenentemente en tus atrios orando y adorándote, confiados en que nos perdonas y ayudas para ser cada día mejores. Te pedimos Señor que nos ayudes a entender que nada sabemos, que las decisiones deben estar mediadas por tu revelación y que solo Tú sabes lo que está bien, conforme al propósito que tienes para nuestras vidas. Te adoramos en el nombre de tu hijo Jesús, amén.