HECHOS 16: 31
Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.
JUAN 10: 27 - 30
27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,
28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
30 Yo y el Padre uno somos.
NÚMEROS 23: 19
Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?
2 TIMOTEO 2: 13
Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo.
Pensando lo que escribiría para el día de hoy, llegó a mi mente la fidelidad de Dios, frente a unos acontecimientos que colmaron mi corazón de alegría, descanzo y agradecimiento con mi Señor.
Una de las verdades que primero aprendemos cuando comenzamos nuestra vida con el Señor Jesús es su fidelidad. En nuestra vida material estamos acostumbrados a cambiar nuestras decisiones dependiendo de las circunstancias y el entorno, de manera que miramos con cierto escepticismo el tema de la fidelidad, aunque la ansiamos y nos sentimos un poco frustrados cuando no vemos cumplidas sus promesas tan rápido como esperamos.
El Señor en su palabra nos dice: "Cree en el Señor Jesucristo y serás salva tú y tu casa". Mi hija, mis nietos, ni hijo y su esposa, mi prima, en fin, mi casa, recibió al Señor Jesús en su corazón y por el devenir de los acontecimientos, se apartaron. Pensaba en las palabras que había aprendido y aunque en repetidas oportunidades clamaba al Señor por su regreso al redil, no veía muy factible que eso sucediera. Pasaron los años y cuál no sería mi sorpresa y felicidad por la evidencia de su fidelidad, cuando casi simultáneamente mi hija y mi prima, me contaron que estaban con su corazón puesto en el Señor Jesús. En ese momento, solo pude llorar de la dicha que sentía no solo por su retorno sino principalmente porque vivía el cumplimiento de su palabra.
Su fidelidad es un hecho. A pesar de las situaciones que se presenten o quizás por ellas mismas, el Señor me demostró que ninguna de sus ovejas se perderá, porque al Padre nadie se las podrá arrebatar y Jesús y el Padre son uno solo. El Señor endereza los caminos de sus hijos y no deja que ninguno se pierda. Él permanece fiel para siempre, porque como dice su palabra "No puede negarse a si mismo".
Amado Padre celestial. Con estos maravillosos sucesos, segura de tu palabra, me atrevo a reclamarte por los que faltan por regresar o llegar a tus pies. El escepticismo es reemplazado por la fe. Gracias Señor, muchas gracias por ser fiel a pesar de nuestra infidelidad. Gracias por regalarnos esos momentos de felicidad al comprobar que contigo estamos seguros y salvos. Te adoramos y oramos en el nombre de Jesús, amén.