SEPTIEMBRE 7

Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

LA PALABRA DE DIOS

JOEL 2: 32

Y todo aquel que invocare el nombre de Dios será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado.

ROMANOS 10: 9-10

9 Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación

REFLEXIÓN

Qué fácil es alcanzar la vida eterna. Esas palabras las decimos cuando por casualidad leemos estos apartes de la palabra de Dios. Basta con invocar el nombre del Señor y seremos salvos. Sin embargo, la pregunta que surge es: ¿Cuánto tiempo pasó de su vida para invocar conscientemente el nombre del Señor para suplicarle que entrara a su vida, que morara en su corazón y que lo declarara el dueño de su vida?

En muchas ocasiones, después de oir unas prédicas muy sentidas, después de una alabanza y adoración que sonaron maravillosamente, el corazón se sensibiliza y casi que automáticamente, la gente acude al altar a decir la oración de invitación a Dios para que more en el corazón. Pasan muchos días y lo que se observa es una altísima deserción de esa declaración. La palabra dice que si confesamos con la boca que Jesús es el señor y creemos con el corazón que Dios lo levantó de los muertos seremos salvos. Creemos, quiere decir que somos consicentes y racionalmente creeemos y aceptamos que es nuestro Señor.

Infortunadamente, en muchos casos somos como la semilla que cayó a la orilla del camino, que oimos la palabra de Dios  y nos entusiasma, pero el mundo y sus afugias nos omnubilan y dejamos de lado lo mas importante de nuestra vida, olvidando esa declaración de fe que hicimos en un momento de gran sensibilidad.  Pero, Dios habla en serio y si hicimos esa oración, aunque no lo recordemos, el Señor cuida sus ovejas y si alguna se aparta, la busca y la trae de vuelta. Él no pierde a ninguna.

Dios es maravilloso. A pesar de nosotros mismos, y conociendo nuestra manera de ser, nos la puso facilísimo. Por eso, podemos decir creyendo con el corazón y confesando con  nuestra boca  que Jesús es el Señor y somos salvos. Lo demás es su obra. ¡Qué maravilloso regalo!

Señor Dios, padre amoroso, queremos darte muchas gracias por habernos regalado el milagro de la salvación. Gracias porque a pesar de nuestra imperfección y liviandad, conoces el fondo de nuestros corazones y nos regalas la medida de fe que requerimos para creer y declarar que eres nuestro Señor y Salvador. Ratificamos en este día esa maravillosa oración en la que te invitamos a venir a nuestro corazón:

Amado Señor Jesús, aquí estamos, renovando nuestra declaración de fe. Te invitamos a morar permenentemente en nuestro corazón. Señor, gracias por perdonar nuestros pecados. Queremos que te apoderes de nuestra vida, y que hagas de nosotros las personas que tu quieres. Somos, tuyos Señor. Te adoramos. Amén.