DICIEMBRE 20
MATEO 1: 18 - 21
18 El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo.
19 José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.
20 Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
21 Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
Hace más de dos mil años, ocurrió el evento más importante de la historia de la humanidad: el cumplimiento de la promesa que había hecho nuestro Padre Dios de sacarnos del pecado y concedernos la vida eterna. Asì que sacrificó a su hijo unigénito, para que pagara el precio, al más alto costo que puede existir, con su vida. Por ello, todas las naciones del mundo, consciente o inconscientemente viven estos tiempos de celebración: la navidad. El amor se respira, nos apresuramos a comprar regalos a los seres amados, celebramos, en fin, vivimos el mejor tiempo del año.
Le preguntaba a mi nieta, en ese momento de siete años, si sabía el porqué de esta celebración y ella me devolvía la pregunta, como lo hace con muchas otras. Me decía cosas como, ¿Cuántos años está cumpliendo papito Dios? ¿Por qué nos da regalos y nosotros no le damos a él? Nunca lo he visto, ¿Dónde está? La verdad me veía a gatas para contestar esas preguntas, aparentemente superficiales, pero que realmente son muy profundas. La inocencia de un niño nos hace reflexionar y más allá de lo que le contestemos, nos queda en el corazón esa necesidad de que su santo espíritu nos muestre cómo debemos presentarlo a los niños para que nunca lo olviden.
El tema es la celebración, así que este año y los que restan hasta su regreso, se celebrará su cumpleaños y el gozo nos inundará por siempre. Dios, estoy segura no permitirá que esta época pase desapercibida. No importa qué día nació. El hecho es que lo hizo y hasta el fin de los tiempos cada año lo recordaremos y agradeceremos al Padre porque, como dice su palabra, lo envió para salvación.
Amado Padre celestial, gracias, muchas gracias por ese incomparable amor que tienes por nosotros, aun a pesar de lo que somos. Gracias porque no dejaste que quedaramos hundidos para simpre en la muerte. Gracias porque Jesús, el niño Jesús con que adornamos el pesebre, cumplió esa tarea aun a costa de su vida, porque se sometió al escarnio y al vituperio por nosotros. Porque murió de la peor forma para pagar el precio de nuestro pecado. Por favor Señor, no permitas que olvidemos jamás ese regalo tan maravilloso que nos diste. Te adoramos en el nombre de tu hijo Jesús, amén.