MATEO 6:9-15
9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
14 Porque si perdonais a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
15 mas si no perdonais a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
Continuando con la reflexión con respecto a la forma correcta de orar, Mateo en el capítulo 6, versículos del 6 al 15, nos deja la oración por excelencia. La oración que es oída por el Padre y que nos puede además servir de base para nuestras oraciones personales.
En la primera parte, el Señor Jesús reconoce a nuestro Padre celestial y bendice su nombre. Además le pide que su reino venga a nosotros sus hijos y ratifica la dependencia total y la aceptación de su voluntad por sobre todas las cosas.
La segunda parte se refiere a nuestras necesidades, cuando le pedimos el pan diario, estamos declarando su poder y aceptando nuestra dependencia aún en lo más básico.
Seguidamente, reconocemos que somos pecadores y necesitamos su perdón y entendemos la importancia de perdonar a quienes nos han ofendido, condición para que Él nos perdone a nosotros.
Finalmente, suplicamos al Señor que nos ayude a vencer las tentaciones y nos aleje del mal. Este fragmento de la oración implica de nuevo el reconocimiento de nuestras limitaciones y la necesidad de la protección y ayuda de nuestro Padre, porque como dice en el versículo 13, "suyo el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos".
Amado Padre, eres tan maravilloso que nos has enseñado hasta la manera de hacer una oración eficaz. Sin tu ayuda nada podríamos. Gracias porque tu hijo el Señor Jesús con su propio ejemplo nos lleva permanentemente a reconocerte como nuestro Padre: amoroso, misericordioso y que quiere nuestra permanente relación. Gracias Señor en el nombre de tu hijo Jesús, amén.