NOVIEMBRE 18

Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno

Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno

LA PALABRA DE DIOS

LUCAS 8:4-8

4 Muchos salieron de los pueblos para ver a Jesús, de manera que se reunió mucha gente. Entonces les contó esta parábola:

5 «Un sembrador salió a sembrar su semilla. Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el camino, y fue pisoteada, y las aves se la comieron.

6 Otra parte cayó entre las piedras; y cuando esa semilla brotó, se secó por falta de humedad.

7 Otra parte de la semilla cayó entre espinos; y al nacer juntamente, los espinos la ahogaron.

8 Pero otra parte cayó en buena tierra; y creció, y dio una buena cosecha, hasta de cien granos por semilla.»

LUCAS 8:11-15

11 »Esto es lo que quiere decir la parábola: La semilla representa el mensaje de Dios;

12 y la parte que cayó por el camino representa a los que oyen el mensaje, pero viene el diablo y se lo quita del corazón, para que no crean y se salven.

13 La semilla que cayó entre las piedras representa a los que oyen el mensaje y lo reciben con gusto, pero no tienen suficiente raíz; creen por algún tiempo, pero a la hora de la prueba fallan.

14 La semilla que cayó entre espinos representa a los que escuchan, pero poco a poco se dejan ahogar por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, de modo que no llegan a dar fruto.

15 Pero la semilla que cayó en buena tierra, son las personas que con corazón bueno y dispuesto escuchan y hacen caso del mensaje y, permaneciendo firmes, dan una buena cosecha.

REFLEXIÓN

Aparentemente estos dos fragmentos de Lucas nos muestran cómo el Señor Jesús aunque hablaba por medio de parábolas, también en algunas ocasiones las explicaba. En este caso específico, Jesús muestra claramente cómo se da el proceso del encuentro con Él en cada tipo de personas y nos invita a reflexionar.

Todos, en algún momento  hemos tenido ese encuentro con Jesús que cambió nuestra vida y que no podremos olvidar. No importa la razón, las circunstancias, o las "casualidades", todos recordamos ese primer llamado, esa invitación a que le abriéramos la puerta de nuestro corazón.

En mi caso, mi cuñada me invitó a un servicio religioso al que asistí por no desairarla. Recuerdo como si fuera hoy, que cantaban alabanzas y canciones de adoración y la atmósofera se sentía cargada de energía. Luego la prédica, un paseo por la palabra y el versículo que me conquistó: Oseas 2:14 "Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón".

A partir de ese momento comencé a vivir ese primer amor que arrebata el alma, que crea esa urgencia de conocer más y más de su palabra, de tener esa intíma relación con Él.

La pregunta que sigue es: ¿Dónde cayó la palabra de Dios? ¿será que cayó en el camino y al salir del servicio se olvida? Es fácil que esto ocurra si nuestra actitud es escéptica y miramos con cierta conmiseración a los creyentes. ¿O acaso aunque nos haya gustado la palabra y nos hayamos conmovido, no damos ningún paso sino que nos quedamos con esa sensación inicial y pensamos que con eso es suficiente y ante la llegada de cualquier circustancia adversa, simplemente nos alejamos, de manera que hasta allí llega nuestra relación con Dios?

Quizás seamos de ese grupo que comienza su vida de relación con Jesús con entusiasmo pero las diversiones, el qué dirán, las afugias de la vida, las relaciones con el mundo, etc, nos ganan y no nos permiten dar fruto.

Ojalá nuestro caso sea el de la semilla que cayó en buena tierra, porque estemos preparados, porque lo hemos buscado con todo nuestro corazón y por su misericordia quiere que seamos ovejas de su prado.

Aunque en el proceso de búsqueda, nuestra relación con Jesús parece fluctuar entre momentos de íntima comunión, de dudas, de desengaños, aunque a veces nos sintamos secos, aunque pasemos por desiertos, el Señor sabe que en el fondo de nuestros corazones solo somos felices y nos sentimos completos si estamos en sus manos.

Amado Padre, a pesar de nosotros mismos, queremos pedirte con todo nuestro corazón que nos consideres como tus fieles discípulos dispuestos a obedecerte y a dar fruto; a permanecer en ti, de  testificar lo que  haces en nuestras vidas y dar una buena cosecha. Te adoramos Señor y oramos en el nombre de Jesús, amén.