JULIO 25

Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de el Señor Dios de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.

Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de el Señor Dios de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.

LA PALABRA DE DIOS

1 SAMUEL 17: 26-45

26 Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?

27 Y el pueblo le respondió las mismas palabras, diciendo: Así se hará al hombre que le venciere.

28 Y oyéndole hablar Eliab su hermano mayor con aquellos hombres, se encendió en ira contra David y dijo: ¿Para qué has descendido acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido.

29 David respondió: ¿Qué he hecho yo ahora? ¿No es esto mero hablar?

30 Y apartándose de él hacia otros, preguntó de igual manera; y le dio el pueblo la misma respuesta de antes.

31 Fueron oídas las palabras que David había dicho, y las refirieron delante de Saúl; y él lo hizo venir.

32 Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo.

33 Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud.

34 David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada,

35 salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba.

36 Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente.

37 Añadió David: Dios, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, Él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y que el Señor esté contigo.

38 Y Saúl vistió a David con sus ropas, y puso sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de coraza.

39 Y ciñó David su espada sobre sus vestidos, y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas.

40 Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo.

41 Y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él.

42 Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer.

43 Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses.

44 Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo.

45 Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Dios de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.

46 Dios te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel.

47 Y sabrá toda esta congregación que Dios no salva con espada y con lanza; porque de Dios es la batalla, y Él os entregará en nuestras manos.

48 Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo.

49 Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra.

50 Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano.

51 Entonces corrió David y se puso sobre el filisteo; y tomando la espada de él y sacándola de su vaina, lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza. Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron.

REFLEXIÓN

Saúl, el rey de Israel vivía a un costado del valle de Elá y los filisteos, pueblo enemigo de Israel, habitaban al otro lado del valle. Los filisteos tenían pelea contra los israelitas y con un paladín, llamado Goliat, los mantenían amenazados. 

Davíd era el hijo menor de Isaí y estaba  dedicado a pastorear el ganado de su padre y dado que sus tres hermanos mayores peleaban contra los filisteos, lo envió a llevarles comida  al campo de batalla. Cuando estaba allá oyó el rumor de que las tropas israelitas estaban muy preocupadas y asustadas por un filisteo muy fuerte a quien nadie había podido vencer. David se llenó de coraje porque tenía claro que Dios los soportaba y no podrían ser vencidos por nadie, así que expresó lo que pensaba.

Su hermano al oirlo se enfureció porque  no entendía cómo podría tener la osadía de pensar que un pastor podría vencer al gigante Goliat. Sus palabras también llegaron a Saúl quien lo mandó a llamar y a él también confirmó que, a pesar de ser joven y pastor, podría enfrentarse a ese hombre de guerra, porque además de tener alguna experiencia con animales salvajes, estaba bajo la protección de Dios, máxime cuando el ejército de Dios había sido  provocado por un "filisteo incircunciso".

Saúl hizo vestir a David con ropas de guerra, tan grandes y pesadas que no podía con ellas, así que decidió quedarse con las suyas, con su cayado, su honda y cinco piedras que recogió del arroyo, y así se fue contra el filisteo.

Goliat por supuesto se burlaba de David y  le pronosticaba un mal fin, pero David le hizo una declaración de fe, mostrándole que no necesitaba espada ni lanza ni jabalina porque Dios era el dueño de todo, de la batalla y estaba con él y le auguró su terrible final.

Seguidamente le lanzó con su honda una piedra que se incrustó en su frente y Goliat el gigante, cayó con su rostro en tierra y murió. Cuando los filisteos lo vieron, seguramente se llenaron de pánico, dado que él era su fuerza, y huyeron.

¡Cuántas veces en nuestro diario vivir aparecen Goliats, que nos generan temor y a lo mejor desconfianza de nuestras capacidades, de nuestra estabilidad laboral, de nuestra salud, en fin, de lo que tenemos! ¡Cuántas veces nos sentimos derrotados porque a pesar de creer tener el éxito en nuestros proyectos, alguien nos hace sentir atacados y en peligro! David nos llama a la cordura, nos recuerda de quién somos hijos y que con base en eso, siempre seremos más que vencedores.

Amado Padre, esta historia nos muestra lo que haces con tus hijos, tu protección y favor aún frente a grandes y poderosos enemigos, que consideran y así lo hacen creer, que son invencibles. Como David, queremos pedirte Señor que en cada circunstancia de nuestras vidas, podamos sentir y tener la certeza de tu apoyo. Por favor Señor ayúdanos a mantener la fe y a vivir como vencedores en ti. Te adoramos Señor, amén.