MAYO 3
EXODO 14:9-10, 13-14, 21-22
9 Siguiéndolos, pues, los egipcios, con toda la caballería y carros de Faraón, su gente de a caballo, y todo su ejército, los alcanzaron acampados junto al mar, al lado de Pi-hahirot, delante de Baal-zefón.
10 Y cuando Faraón se hubo acercado, los hijos de Israel alzaron sus ojos, y he aquí que los egipcios venían tras ellos; por lo que los hijos de Israel temieron en gran manera, y clamaron a Dios.
13 Y Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que el Señor hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis.
14 Dios peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos.
21 Y extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo el Señor que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas.
22 Entonces los hijos de Israel entraron por en medio del mar, en seco, teniendo las aguas como muro a su derecha y a su izquierda.
El libro del éxodo fue escrito hace muchísimos años y en él se narra la vida de Moisés y la monumental obra que lideró por orden del Señor, la de sacar al pueblo de Israel de Egipto donde había estado esclavizado por 400 años. La pregunta que nos podemos hacer es, ¿de qué manera en nuestra vida diaria es aplicable esa maravillosa historia?
Hoy día estamos viviendo situaciones desesperadas, que parecen venir una tras otra y no vemos salida. Nuestro país está sumido en una lucha fratricida que no nos da tregua y por si eso fuera poco, la seguridad y confianza están tocando fondo.
Como el pueblo de Israel estamos siendo arrinconados. Tratamos de escapar de la muerte y la enfermedad, y en vez de ver salida, el orden público nos pone contra las cuerdas. Estamos entre la espada y la pared, como los Israelitas. Por un lado los egipcios, fuertes y armados pisándoles los talones y por el otro lado el mar. Y ellos como nosotros, a pie, sin conocimientos para pelear, sin naves para huir.
Entonces, como el pueblo e Israel, clamemos a Dios y abandonémonos a su voluntad. No necesitamos hacer planes, no necesitamos ayudarle a Dios. Él sabe lo que hace, el hace lo mejor porque es fiel, porque siempre está ahí dispuesto a acompañarnos y a ejecutar ese plan perfecto que tiene para nosotros. Aunque frente a los problemas que se nos presenten tendemos a actuar por nuestras propias fuerzas, debemos recordar que Él está al control, con Él no tenemos que temer.
Amado Padre celestial queremos darte muchas gracias por tu cuidado. Gracias por ese plan perfecto que tienes para nuestras vidas. Gracias porque en tu palabra encontramos la solución para nuestras vidas en todos los aspectos. Señor te imploramos para que así como abriste el mar para que tu pueblo pasara, lo abras para que los problemas que nos agobian queden allá atrás en el fondo del mar como quedaron los carruajes de los egipcios. Te adoramos Señor en el nombre de Jesús, amén.