OCTUBRE 20
LUCAS 18:15-17
15 Traían a él los niños para que los tocase; lo cual viendo los discípulos, les reprendieron.
16 Mas Jesús, llamándolos, dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.
17 De cierto os digo, que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
Podemos suponer la fama que tenía el señor Jesús por todos los milagros que hacía, por la palabra que predicaba y por supuesto, por su carisma. Jesús, seguramente irradiaba una energía fuertísima que electrizaba a quienes lo escuchaban. No en balde era el hijo de Dios derramando su palabra de poder y salvación a todas las personas que allí estaban.
Por ello, no es raro que las mamás y papás de los niños quisieran arrimarse al Señor. Para ellos muy seguramente era dar a sus niños la oportunidad de recibir del hijo de Dios una mirada, una sonrisa, o de que quizás los tocara y de pronto los cargara. Pero, como siempre ocurre con los famosos, a su alrededor estaban los que se creían sus dueños o por lo menos, los únicos con derecho a estar a su lado y por eso reprendían a todo el que se quisiera acercar.
No contaban con que el señor Jesús no estuviera de acuerdo con lo que hacían y los obligara a dejarlos pasar. Mejor dicho, Él mismo los llamó. En Mateo 19:3-5, dice que lo que buscaban los padres de los niños era que Jesús les pusiera las manos y orara por ellos. y en Marcos 19:13-16 dice además que Jesús se indignó porque le querían apartar a los niños y los tomó en sus brazos.
Aunque no es el tema central de este pasaje, vale la pena reflexionar en el hecho de que nadie puede ni debe interponerse entre Dios y nosotros. Nadie se puede abrogar el derecho de tener relación directa exclusiva con el Señor. De hecho con su muerte, se terminó la distancia entre Dios y los hombres. Jesús pagó el precio y desde ese momento y para siempre, tenemos la puerta abierta para sentarnos frente a Él, para permanecer en su presencia, quietos, en comunión, recibiendo su revelación y derramando nuestro corazón en su presencia.
Retomando, el señor Jesús, nos da una tremenda lección. Nosotros en muchas ocasiones menospreciamos el saber de los niños, pero Él nos dice que el reino de los cielos es de ellos. Y más aún, nos adiverte que si no nos volvemos como niños, con fe, con inocencia, espontáneos, sin filtros, no entraremos en el reino de Dios.
Amado Señor, que hermosa enseñanza nos das el día de hoy. Te damos gracias por revelarnos la condición para entrar en el reino de los cielos. Por favor te pedimos que nos regales el don de acercarnos a ti como niños, sin prevenciones, sin deseos, sin condicionamientos. Sólo por el gusto de estar allí frente a ti. Te adoramos Señor en el nombre de Jesús, amén.