NOVIEMBRE 30
SALMOS 139:1-10
1 Oh Dios, tú me has examinado y conocido.
2 Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos.
3 Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos.
4 Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Señor, tú la sabes toda.
5 Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano.
6 Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender.
7 ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?
8 Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.
9 Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar,
10 Aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra.
Cuando pensamos en Dios y su omnipotencia, sentimos un poco de miedo ya que conoce nuestros corazones, nuestros pensamientos, nuestras palabras, nuestras intenciones, en fin, todo, incluso antes de que nosotros mismos seamos conscientes de que es así. Por ello, David muy seguramente se sintió atemorizado y con ganas de huir de la presencia del Señor, con vergüenza por haber actuado mal y no haber puesto al Señor por encima de todos y de todo.
Sin embargo, si reflexionamos un poco más sentimos tranquilidad y seguridad en Dios que conoce todo de cada uno de nosotros y nos ama a pesar de nuestro modo de ser. Saber que el Señor conoce nuestros problemas y actúa a nuestro favor, que conoce a nuestros enemigos y nos guarda de ellos en el hueco de su mano, que abre nuestros caminos para que, como sus hijos, tengamos lo que necesitamos, nos permite sentirnos arropados por un padre amoroso que ya ha dado todas las pruebas de su amor para que nosotros seamos salvos y tengamos vida eterna.
Entendemos que no podemos huir de la presencia de Dios. Podemos escondernos dentro de la tierra, huir a lo mas elevado y desértico del mundo, y allí estás Tú. Como Jonás que tuvo que vivir tres días en el vientre de un gran pez, debido a que estaba huyendo de Dios, así mismo ni siquiera debemos pensar en escondernos de Él porque es imposible. En todas partes, está Dios.
Gracias Papito Dios, muchas gracias porque conoces todo de nosotros, porque a pesar de nuestros pecados nos amas y nos has dado la mayor prueba de ello, tu hijo Jesús a quien has enviado para que nos salvara. Te adoramos Señor y oramos en su nombre, amén.