DICIEMBRE 4

Engrandece mi alma al Señor;  y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.

Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.

PALABRA DE DIOS

LUCAS 1: 46 - 50

46 Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor;

47 Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.

48 Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.

49 Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; santo es su nombre,

50 Y su misericordia es de generación en generación a los que le temen.

REFLEXIÓN

Después de que María tuvo la visita del ángel y ya en embarazo, visitó a su prima Elizabeth quien por obra de Dios también esperaba un hijo. Seguramnte María pensaba que además del milagro que se estaba gestando en su vientre por obra del Espíritu Santo, su prima, como conocemos, de avanzada edad, también estaba encinta. Quizás ella pensaba que otro milagro se había producido para que en las condiciones de su prima y su marido, fueran a tener un hijo.

Dice Lucas que cuando Elizabeth vio a su prima fue inspirada por el Espíritu para proclamar quién era el hijo de María y ella como respuesta dijo esta preciosa oración: "Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.  Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.  Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre, y su misericordia es de generación en generación a los que le temen". María estaba segura de que lo que esperaba era nuestro Señor y estaba dispuesta a afrontar lo que viniera, porque su fe era superior a su razón.

Pidámosle al señor que, como ella, nos regale la medida de fe que requerimos para proclamar su nombre y afrontar lo que se venga por testificar que Jesús es el Señor, hijo de Dios y digno de toda adoración y gloria. Pidámosle que como María estemos dispuestos a decir:  Hágase en nosotros según tu palabra. Que este tiempo de regocijo por su cumpleaños sea una ocasión para ratificarnos en nuestros deseos de servirle y testificar de Él.

Amado Padre celestial, cada año por esta época el mundo se viste de fiesta para celebrar el mayor acontecimiento de la historia de la humanidad. Te plació que tu amado hijo viniera a contarnos de tu amor y misericordia. Te pedimos Señor que no seamos inferiores a lo que deseas para nosotros y que seamos capaces de proclamar a los cuatro vientos que eres nuestro Señor y salvador. Te adoramos en el nombre de Jesús, amén.