ECLESIASTES 11: 1-2
1 Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás.
2 Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra.
MATEO 6:3
Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha,
2 CORINTIOS 3: 6-8
6 Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.
7 Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.
8 Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra;
¿Se ha preguntado la razón por la que se siente conmovido e inclinado a dar a quien lo necesita? Muy seguramente, en esos momentos solo se siente impelido a ayudar, con lo que tiene o lo que le falta, sin importar el resultado final de ello. Además, cuando lo hace se siente muy bien, se siente bueno, o menos malo, pero de todas formas siente que Dios le usó para resolver la situación de alguien. Lo mejor que puede pasar es que no conozca a quien va a ayudar y que nunca lo vuelva a ver, así el recuerdo que tendrá la persona a quien ayudó es que Dios suplió sus necesidades y dirá, Dios me mandó este regalo. Por ello, dice en la palabra "Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha".
Dar de incógnito, es pues la mejor forma de hacer la voluntad de Dios, de obedecer la palabra que dice "A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva". y "Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso". Decía de incógnito y agrego, sin esperar nada a cambio, porque también dice la palabra "así será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo". ¿Cúanto debemos dar? Lo que el corazón nos diga. Por algo dice la palabra que Dios produce en nosotros tanto el querer como el hacer, que ama al dador alegre y porque en cada persona que se cruza en nuestro camino y que necesita de nosotros, podemos ver al Señor.
En ocasiones pensamos que no tenemos lo suficiente, ni siquiera para nosotros, pero es ahí cuando debemos vaciar la bolsa para ayudar a quien nos pida, sin pensar, tal como lo hizo la viuda con Elías, con la certeza de que nuestro amado Padre cuida de nosotros y nos dará lo que requerimos. Simplemente, cuando sea el momento oportuno, la recompensa llegará. Echemos nuestro pan sobre las aguas con largueza para que regrese abundantemente. Y lo más importante, Dios hará que la gracia abunde en nuestros corazones y que sintamos su amor en toda su intensidad.
Amado Padre celestial queremos darte muchas gracias. Gracias, gracias, gracias por poner en nuestros corazones el fruto de tu espíritu representado en nuestra capacidad de compadecernos y tener misericordia por el que sufre. Gracias nuevamente por darnos ese impulso imposible de resistir de ayudar y despojarnos de lo que tenemos para ayudar al otro. Esa Señor es la manifestación de tu amor. Por favor Señor, permítenos ver tu rostro en cada persona que nos necesite y permite que tu gracia abunde en nosotros. Te lo pedimos en el nombre de Jesús, amén.