JUAN 14: 27
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.
JUAN 16: 33
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.
ROMANOS 8: 37 - 39
37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Cuando iniciamos el camino de la vida, me refiero a cuando tenemos nuestro encuentro personal con el señor Jesús, cuando lo recibimos en nuestro corazón, realmente somos unos bebés y como tales, hacemos suposiciones que no se ajustan a la realidad.
Somos nuevas criatauras a partir de ese momento y muy seguramente pensamos en la maravillosa vida que nos espera. Pero, en nuestra condición de bebés en la fe suponemos con los judíos de la época de Jesús, que él vino a rescatarnos de todo lo que material y físicamente nos ha agobiado.
Falso, de toda falsedad, como decía un amigo. En Juan 14, nos dice el Señor que nos deja la paz, pero no como la del mundo. En Juan 16, nos recuerda que tendremos aflicción y muy seguramente en otros versos hace referencia al tema. Recuerdo cuando comencé mi vida con el Señor, cúantas cosas se me vinieron encima, pero también recuerdo que a pesar de todo, sentía la paz, la que Él nos ha dado.
Quizás, somos inmediatistas. Quizás lo que requerimos es ese trato personal que el Señor tiene con nosotros, para que entendamos, como dice la palabra: "No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo" "Confiad yo he vencido al mundo".
Por ello, recordemos que en todos los aspectos de nuestra vida, materiales y espirituales, somos vencedores por medio aquel que nos amó y nada nos podrá quitar su paz ni nos separará jamás de Él. Porque aunque creamos desfallecer somos ovejas de su prado y Él no pierde a ninguna.
Amado Padre, tú nos conoces completamente y sabes de nuestras luchas, nuestras penas, nuestros anhelos, y también de nuestro limitado amor hacia ti. Gracias, por comprendernos y estar siempre a nuestro lado. Nos declaramos vencedores en ti y ratificamos nuestro deseo de permanecer en el hueco de tu mano, por siempre, sin importar las circunstancias. Tú lo vales todo. En el nombre de tu hijo Jesús, amén.