ABRIL 29

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

LA PALABRA DE DIOS

MATEO 6:9-13

9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.

12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.

13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén

REFLEXIÓN

Si queremos mantener una relación íntima con Dios, debemos orar permanentemente. Presentarnos ante Él preferiblemente en la mañana, temprano tal como dice la palabra en Marcos 1:35 que Jesús "Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba". También nos dice 1 Tesalonicenses 5:17: "Orad sin cesar". Es claro pues, que durante todo nuestro día, debemos estar orando, alabando y adorando al Señor.

Sin embargo, no es tan fácil como parece. Aunque tengamos nuestro lugar secreto para hacerlo, aunque nos dispongamos, tan pronto comenzamos a orar, vienen a nuestra mente múltiples ideas, somos conscientes de cuanto ruido hay en el ambiente y se nos ocurren muchas actividades para hacer. De pronto, nos damos cuenta que siempre decimos las mismas cosas y que nuestra oración se vuelve rutinaria y muchas veces sin sentido,

Muy seguramente, el Señor conocedor de nuestros corazones y de la falta de concentración nos enseña la manera perfecta de orar, con la oración por excelencia que abarca todo lo que debemos decir al Señor. Comienza reconociendo su magnificencia y bendiciendo su nombre. Esa es una maravillosa y adecuada manera de acercarnos a nuestro Padre y desear que su reino venga para siempre a nuestras vidas.

Una vez que nos hemos puesto a sus pies, aceptamos su voluntad en nuestras vidas y le rogamos que no nos abandone. Que nos provea para cubrir nuestras necesidades, que nos perdone nuestros pecados porque estamos arrepentidos de haberlo ofendido y que aceptamos que debemos perdonar a todos para tener la posiblidad de obtener su perdón. Seguidamente, aceptamos nuestras debilidades, nuestra imperfección y le suplicamos que nos ayude a vencer las tentaciones; cerramos la oración reconociendo nuevamante su gloria y su poder.

Orar con la palabra es lo adecuado y mucho más con la palabra que nos enseñó el Señor Jesús. Solo una recomendación y es que cada vez que digamos esta oración por excelencia  lo hagamos meditando en cada una de sus palabras, con la seguridad de que Dios nos revelará su significado especial y apropiado para cada momento, para cada circunstancia de nuestras vidas.

Amado Padre celestial, gracias por enseñarnos a orar. Gracias porque cada mañana cuando vamos a nuestro lugar secreto podemos comenzar el devocional con esa maravillosa oración que nos dejaste como legado:  Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.  El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy  y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores  y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén