MATEO 22: 37-40
37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
38 Este es el primero y grande mandamiento.
39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
MATEO 25: 35-40
35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis;
36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.
37 Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?
38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos?
39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?
40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.
Qué quiere Dios de nosotros? ¿Cómo saber si lo que hacemos le agrada, y si estamos siendo testimonio de su amor?
Al reflexionar en estas preguntas vienen a mi mente un par de pasajes de la palabra que creo son una manifiestación clara de esa enseñanza tan importante para nuestras vidas, como es el amor.
Mateo, abordó el asunto del amor, quizás pensando en cómo podría expresar su amor al Padre y a Jesús y escribió esos versos que no solo nos muestran la importancia que les dio el Señor Jesús sino la que tiene para nuestras vidas. De hecho, cuando dice "Amarás a tu prójimo como a ti mismo", está dejando sentada la trascendencia que tiene nuestra actitud hacia los demás.
También un poco más adelante, haciendo referencia al final de los tiempos, nos dice que cuando venga el Señor en toda su gloria, dirá a unos "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí".
Considero que Él nos mostró la ruta clara de actuar y además envió a su santo espíritu para que nos diera ese fruto maravilloso del amor. Por ello, dejemos que hable en nuestro corazón y nos impela a actuar con nuestros semejantes, sin esperar nada a cambio, solo por el gozo que produce en nuestros corazones el sentir que de alguna manera estamos siendo testimonios de su amor en la vida de otros.
Amado Señor gracias porque cuando vemos a alguien que nos necesita, sentimos el fruto de tu espíritu en nuestro corazón. Gracias porque sin ti no sentiríamos compasión por el que sufre y no tendríamos la oportunidad de ayudarlo aunque sea con lo poco que podemos, dar o hacer, por su necesidad. Cuando las lágrimas corren por nuestras mejillas frente al dolor ajeno, damos gracias porque nos permites sentir la necesidad de solucionar aunque sea en poca cosa su situación. Gracias Señor. Te adoramos en el nombre de Jesús, amén.