DICIEMBRE 30

Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles.

Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles.

LA PALABRA DE DIOS

LUCAS 2: 46 - 49

46 Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles.

47 Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas.

48 Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.

49 Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?

REFLEXIÓN

Jesús desde niño tenía claro cuál era su papel en este mundo. Por eso, no debe resultarnos extraño el acontecimiento que tuvo lugar cuando tenía 12 años y fue con sus padres al templo a celebrar la pascua. 

Dice Lucas que cuando terminaron las fiestas, todos los peregrinos regresaban a sus sitios de residencia y María, José y Jesús iban con ellos. El hecho es que el jovencito se quedó en Jerusalén atendiendo los asuntos de su Padre, tal como se lo dijo a María cuando en medio de su angustia por la aparente pérdida, le reprochó que no les hubiera avisado. 

Se puede suponer la angustia de María y de José al comprobar que el niño no estaba en la caravana con ellos, sobre todo por los antecedentes. Me refiero a la huída a Egipto, las palabras de Simeón y de Ana la profetiza. Efectivamente, una espada traspasaría su corazón. Ya podía vislumbrar el futuro aunque no el dolor tan grande que sentiría al verlo colgado de un madero y muerto por nuestros pecados. 

La historia termina en que el jovencito regresó con sus padres y dice la palabra que estaba sujeto a ellos, creciendo en edad y sabiduría, hasta el día que inició su ministerio.

Amado Padre celestial que historia tan maravillosa que nos permite asomarnos un poco a la infancia de Jesús. Gracias por mostrarnos que desde siempre tu amor se manifestaba en tu deseo de restaurar la relación rota por el pecado. Gracias por tu amado hijo. Te adoramos en su nombre, amén.