SALMOS 54: 14 - 17
14 La comunión íntima de Dios es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto.
15 Mis ojos están siempre hacia el Señor, porque él sacará mis pies de la red.
16 Mírame, y ten misericordia de mí, porque estoy solo y afligido.
17 Las angustias de mi corazón se han aumentado; sácame de mis congojas.
Todos sin excepción tenemos momentos de tristeza, de pérdida y la aflicción se apodera de nosotros, al punto de no querer hacer nada diferente a llorar y dormir. Hace un poco más de dos años perdí a mi hermano y entré en ese estado, llorando a cada rato, recordándolo permanentemente y teniendo la sensación de que aún estaba vivo. Estaba en la red del dolor por la pérdida y me sentía muy sola.
En esos momentos, puedo decirlo con toda certeza, sentí la presencia de mi Señor quien puso en mi mente una serie de pensamientos que me llevaron a agradecerle por haberse llevado a mi hermano, porque entendía que era lo mejor para él. La tristeza es un sentimiento muy fuerte y en este caso, sabiendo que está en el cielo, esa tristeza era por la ausencia de su presencia física. Todavía lo recuerdo y derramo lágrimas, pero la paz que solo Él puede dar me acompaña y me permite continuar aferrada a su manto.
Dios, nuestro Padre amado conoce nuestros dolores y está allí para sanarnos de la angustia y el dolor. Él así lo prometió y lo cumple. Por eso, aunque nos sintamos deprimidos, recordemos que nos carga en su mano y nos permite recostarnos en su regazo. No importa el motivo de nuestra tristeza o aflicción, contamos con el creador del Universo, la personificación del amor que nos ha prometido estar ahí a nuestro lado, siempre.
Amado Padre celestial, gracias por enseñarnos a vivir en medio del dolor, gracias porque en tu plan perfecto permites que tengamos aflicción, seguramente para nuestro crecimiento. Por favor Señor, tennos paciencia para que podamos continuar a pesar de las circunstancias y no permitas que jamás nos separemos de ti. Oramos en el nombre de Jesús, amén.