MATEO 15: 8
8 Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí.
DEUTERONOMIO 6:4-5
4 Oye, Israel: El Señor nuestro Dios, Dios uno es.
5 Y amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.
SALMOS 116:1
1 Amo a Dios, pues ha oído mi voz y mis súplicas;
JUAN 15:9
9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.
ROMANOS 8:28
28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
Nuestra relación con el Señor tiene que ser de amor. Una comunicación basada en ese maravilloso sentimiento que Dios espera de nosotros. Él no está interesado en que nuestra relación se base en la satisfacción de nuestras necesidades. No, lo que Él quiere y así lo ha expresado en la palabra es que lo amemos con todo nuestro corazón, nuestra alma y nuestras fuerzas, (Deuteronomio 6:4-5).
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Dios nos refuerza la conducta que debemos tener con Él. En el Salmo 116 David declara su amor a Dios porque ha sentido sus cuidados y ha oído sus súplicas. En el Nuevo Testamento, Juan narra las palabras del Señor Jesús que no solo manifiesta su amor sino que nos exhorta a permanecer en él.
El señor Jesús se queja de la hipocresía de los fariseos que se muestran aparentemente muy cercanos a Dios pero su corazón no lo está. Y esa es una llamada de atención muy vigente hoy día. Tendemos a ser religiosos, a repetir oraciones, a mostrarnos piadosos frente a los demás. Los que más alabamos, los que ocupamos los primeros lugares en la iglesia, los que exhortamos y ordenamos, pero la pregunta es: ¿Cómo está nuestro corazón? ¿Se corresponden nuestras acciones frente a los otros con nuestro amor personal y privado con el Señor? O, ¿Es Dios un empleado nuestro a quien acudimos para que nos resuleva los problemas?
Todas las religiones tienen símbolos para dar a entender a los demás su cercanía con Dios, para ser reconocidos por propios y extraños como los más cercanos a Dios, pero ¿Es eso verdad? Cada uno lo sabe, porque allá en su interior esa voz que todos conocemos nos hará el diagnóstico.
En conclusión, el amor a Dios no solo es una orden sino una gran bendición y ventaja. No solamente nos deleitamos en su amor y derramamos el nuestro, sin esperar nada a cambio, solo descansando el su magnificencia, sino que como dice Pablo en Romanos 8:28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.
Amado Señor, estas palabras no son una muletilla. Aunque las digamos todos los días y en cada momento cuando nos acercamos a ti, son verdad y así lo sentimos. Te amamos Señor, queremos amarte con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas. Gracias Señor por aceptar nuestro amor. Oramos en el nombre de Jesús, amén.